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21N

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Cuando a Margaret Thatcher le preguntaron por su mayor éxito político, la dirigente conservadora que ocupó el puesto de primer ministro en el Reino Unido desde 1979 hasta 1990 no lo dudó un instante: Anthony Blair. El líder del partido socialdemócrata Tony Blair fue jefe del gobierno casi tanto tiempo como ella: de 1997 a 2007. La escueta sentencia ofrece varias lecturas. Desde el optimismo democrático habla de la conveniencia del relevo en las instituciones: todo cargo público debe tener bien claro que en su despacho se va a instalar dentro de algún tiempo otro político, que puede ser su rival, y por eso debe mantener sin borrones los papeles que éste se va a encontrar. Una concepción de la cosa pública muy británica pues el modelo de convivencia democrática tiene mucho que ver con la tradición anglosajona y protestante. No podemos obviar en los tiempos que corren una lectura mucho más crítica en línea con las tesis de Gerardo Pisarello, profesor de Derecho Constitucional en Barcelona, quien denuncia un progresivo vaciamiento de elementos democráticos en los gobiernos de manera que éstos quedan cada vez más sometidos a los dictados del Poder Financiero, y tanto da que los órganos políticos estén constituidos por conservadores o por socialdemócratas. En esa misma línea, el prestigioso economista Simon Johnson, quien fue alto cargo del Fondo Monetario Internacional, habla de una ley de vasos comunicantes entre la esfera política y el poder económico siempre dirigida por este último.

El gobierno socialista de ZP aprobó una reforma exprés de la Constitución tendente a limitar el gasto público. Con esta y otras medidas impopulares como: congelación de pensiones, negativa a limitar la ejecución de hipotecas y una evidente complicidad con los abusos de la Banca, se ha granjeado la hostilidad de su propio electorado: la izquierda sociológica. Afortunadamente la debacle se ha resuelto mediante un relevo político, no al modo de Grecia e Italia, donde el poder financiero ha sustituido a los cargos electos por hombres de su más estricta confianza a quienes se le aplica el eufemismo de 'tecnócratas'.

Confiemos que los gobiernos que surjan como consecuencia de la desaprobación electoral a las políticas antipopulares del equipo Zapatero comprendan que la crisis exige: anteponer los intereses públicos a los de la Banca, atender las prestaciones sociales mediante los impuestos que fueran precisos y apostar por la cultura como elemento dinamizador de una sociedad desilusionada. Para quienes siempre hemos creído en la democracia esta idea sigue determinando nuestra conducta por más que la duda nos haya podido inducir a la desconfianza.