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Editorial

Reconquistar Tahrir

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El Gobierno egipcio renunció ayer y su decisión es razonable: paga su mala gestión del enquistado conflicto de orden público -pues de eso se trata, no de una pretendida 'revolución en la revolución'- en la plaza Tahrir, que los jóvenes entienden 'reconquistar' mientras piden la dimisión del Consejo Militar y han dejado una treintena de muertos en el intento. Pero ahí -en la crítica al manejo de unos desórdenes públicos- termina la solidaridad con los opositores. La revuelta es una mezcla confusa de actores varios -y todos pequeños- como la sedicente Coalición de la Joven Revolución o el Movimiento del seis de Abril, muy activos y conocidos en facebook, pero cuya reserva de electores es insignificante. Los militares han debido fijar antes y mejor el calendario de creación del nuevo régimen democrático. Pero el lunes empiezan las elecciones legislativas, los uniformados ya han abandonado su torpe intento de fabricarse un estatus gremial tras la fase interina que rigen y el cambio constitucional en Egipto es una operación delicadísima y que merece todo el tiempo preciso para asegurarse el éxito. Una algarada trágica, minoritaria y de perfume vanguardista y amateur, no ayuda en nada.