Sin pausas
Los desafíos económicos comprometen al PP con una política de urgencias de la que el PSOE tampoco puede desentenderse
Actualizado: GuardarEl día siguiente a las elecciones obligó a la formación que resultó vencedora en los comicios generales y al conjunto del arco parlamentario a enfrentarse a la realidad de unos mercados que continúan cebándose en la deuda soberana y a atenerse a los retos que en la noche electoral condujeron a Rajoy a escenificar una celebración contenida de su avasallador triunfo. Tanto la formación que ganó las elecciones del domingo como la que las perdió han anunciado la celebración de sus respectivos congresos el próximo mes de febrero. Rajoy necesita reunir a los cuadros del PP en un cónclave que actualice su política bajo las nuevas responsabilidades y conjure a todo el partido en torno a la austeridad y las reformas. Mientras, Zapatero y Rubalcaba tratan de contener la desazón que experimentan los socialistas mediante la apertura de un proceso que asegure la cohesión interna antes de que se sucedan los congresos autonómicos y provinciales. Pero del mismo modo que el nuevo Gobierno presidido por Rajoy no puede esperar a las conclusiones de su congreso para adoptar decisiones que condicionarán el desarrollo de la legislatura, los socialistas tienen la obligación de asumir su papel de oposición explicitando su postura ante cuantas iniciativas adopte el ejecutivo del PP. El PSOE no debería interiorizar que, una vez fuera del Gobierno, puede tomarse las cosas con la misma parsimonia que sus dirigentes achacaban a Mariano Rajoy. El bipartidismo que ha caracterizado a la política española durante las dos últimas décadas ha salido parcialmente cuestionado de las urnas del 20-N. La asunción de un poder casi absoluto requiere de un mínimo contrapeso parlamentario que permita canalizar a través de las instituciones la concurrencia de aspiraciones, intereses e ideas diversas en la sociedad española. Se trata de un requisito de la democracia, pero también de una necesidad que afecta a todo partido que acapare un poder como el que los ciudadanos han depositado en manos del PP. Porque es más fácil que se equivoque quien gobierna sin oposición o con una contestación parlamentaria neutralizada por su propia atomización. Además, un ejercicio prolongado de introspección que llevase al PSOE bien al fraccionamiento bien a afrontar los problemas del país, preservando ante todo la cohesión interna, anularía su aportación democrática sumiendo a sus bases en la melancolía.