Yemen: combate nulo
Los enfrentamientos prosiguen entre las promesas inclumplidas del presidente Saleh y la indiferencia internacional
MADRID Actualizado: GuardarEntre la indiferencia general -literalmente: esta mañana los grandes medios árabes, como al-Jazeera, no lo mencionaban siquiera – un par de fuentes yemeníes, oficiales y de la oposición, dijeron que “esta misma tarde” el presidente de la República, Alí Abdulah Saleh, firmaría el acuerdo de paz y reforma política con la oposición.
La falta de diligencia informativa está justificada por los curiosos incumplimientos a cargo del jefe de Estado en ocasiones anteriores. En la última, llegaron a estar enviadas las invitaciones al cuerpo diplomático para asistir al evento pero el presidente se lo pensó mejor y como nos dijo un funcionario “nos dejó con el traje oscuro puesto”.
Si hoy hay firma, eso debe tener alguna explicación coyuntural o porque el arreglo como tal está listo desde hace meses y es el que redacto, presentó a las partes y enmendó hasta hacerlo aceptable para todos, el “Consejo de Cooperación del Golfo”, cuyo pilar, Arabia Saudí, tiene una larga frontera con Yemen y juega un papel central en el proceso, entre otras cosas porque provee la cobertura de un punto clave: dar asilo, bajo un blindaje jurídico al presidente dimisionario y su familia, incluyendo, se supone, a su hijo Ahmed, comandante en jefe de la “Guardia Republicana”, una fuerza muy poderosa y disciplinada de reconocida lealtad al régimen.
Ryad y la ONU
El arreglo es clásico: renuncia del presidente en un plazo cortés, designación de un interino, gobierno provisional inter-partidario de tonalidad técnica, convocatoria de elecciones legislativas y redacción de una nueva Constitución. En este planteamiento hay que subrayar la existencia de un actor clave muy positivo: el vicepresidente Abdel Rabbu Mansu Hadi, leal al presidente y, como él, militar, es sin embargo una personalidad moderada y conciliadora, respetada por todos los beligerantes y, por tanto, un presidente interino y de consenso ideal.
Ya ejerció en funciones mientras el presidente Saleh estuvo más de dos meses en Arabia Saudí recuperándose de las graves heridas que sufrió en un ataque a su residencia el cinco de junio. Ese momento marcó un cierto punto de no retorno porque si el poder había demostrado que disponía de los medios y la voluntad de resistir todo el tiempo preciso, la oposición armada, convertida ya por entonces en una peligrosa combinación de elementos tribales (la confederación Hashed, antagonista de los Saleh) y unidades del ejército regular (la división del general Alí Mohsen al-Ahmar) que no podía ser fácilmente derrotada.
La situación se estancó sobre el terreno en función de este reparto de fuerzas y la capital, Sanáa, terminó por ser una ciudad dividida por barrios y sectores, unos leales al oficialismo y otros en manos de la oposición armada. La gran tribu Ahmar, con su líder Sadiq (sin relación de parentesco con el general antes citado) sobre el terreno, trasladó milicias aguerridas a la capital y se sucedieron los enfrentamientos y las treguas. Y en este extraño punto muerto y con la comunidad internacional y periodística a punto de olvidarse del conflicto llegaron… los saudíes y las Naciones Unidas.
El contexto regional e internacional
Yemen es un país muy pobre, apenas sobrevive con sus modestas exportaciones de petróleo y dedica más de un tercio de su presupuesto a gastos militares. Hay escasez alarmante de agua y la economía está exhausta con un conflicto enquistado y absurdo. Los saudíes, agradecidos a los yemeníes por su cooperación en la lucha contra al-Qaeda en el Golfo, un enemigo común, y asociados ambos en el combate común contra la intermitente guerrilla zaydí en el área fronteriza) han impuesto probablemente el acuerdo… con el argumento decisivo y final del talonario: una gran asistencia económica y financiera está asegurada a un gobierno compartido y de consenso.
Ryad, en cooperación con Washington, que no acepta el auge regional de al-Qaeda, ha impulsado el arreglo imponiendo solo una condición a los beligerantes: que las fuerzas políticas mantengan el impulso anti-terrorista. Como los grandes partidos (“Congreso General del Pueblo”, el del presidente, o el islamista “Al Islah” – la reforma --) están conformes, como las grandes fidelidades tribales, tradicionalistas pero no terroristas, la salida negociada es casi inevitable.
Hay que añadir que el dúo Washington-Ryad hizo también el trabajo en las Naciones Unidas, donde el Consejo de Seguridad, por unanimidad, aprobó el 22 de octubre una resolución de condena a la violencia, rogó al presidente que considerara renunciar y mostró un apoyo total al desenlace negociado. Un enviado especial de la ONU, Yamal Ben Omar, viajó entonces a Sanáa y ha gastado allí muchos días en refinar el acuerdo, ponerlo al día y… arrancar en la mañana de hoy un prometedor sí al correoso general Saleh. ¿Es la buena esta vez?