ESPÁRRAGOS GIGANTES
Actualizado: GuardarHoy es el día de la gran cita electoral. El día en el que los españoles decidiremos nuestro futuro inmediato, inmersos en una tormenta económica de tal calibre que haría zozobrar al mismísimo «Oasis de los Mares», el barco más grande del mundo, -no me creo que, en el fondo, no vean los documentales de la 2-, con un tamaño similar a cinco campos de futbol, 2.700 camarotes, 6.000 pasajeros, más de 1.000 tripulantes y un coste superior a los mil quinientos millones de dólares. Pero bueno, como les decía, dada la importancia electoral que se ha querido dar a este domingo 20 de noviembre, me van a permitir que hoy no hable para nada de política.
Eso sí, les animo, una vez más, a que acudan a su colegio electoral -si es que aún no la han hecho- y voten, pues ese es el derecho más importante que el ciudadano posee en una democracia: ser depositario de la soberanía, lo que nos permite elegir libremente con nuestro voto a quién queremos que nos gobierne durante los próximos años.
Mas como no es de política de lo que quiero hablarles, echaré la vista atrás para recordar que hace ya más de cinco años, el 29 de agosto de 2006 por más señas, bajo el titular «el picudo rojo», dedicaba estas líneas a un insecto que, a día de hoy, está convirtiendo la mayoría de las palmeras de nuestra ciudad en gigantes espárragos de color marrón. Algo que afea notablemente el paisaje urbano.
Zonas tradicionalmente muy hermosas, como la plaza del Mamelón, tienen no uno, sino hasta tres de estos grandes espárragos marrones dando una imagen pésima de nuestras zonas ajardinadas. Y lo malo es que la plaga de estas palmeras se extiende ya por toda la ciudad, por lo que son fáciles de ver -dan un cante que echa para atrás-, desde la zona sur hasta la zona norte, pasando por la avenida de Arcos o el mismísimo centro de la ciudad.
Como ya les adelantaba -a modo de profecía- hace más de media década, el culpable de esta historia es el picudo rojo. Un insecto de la familia de los curculiónidos, que supone la mayor amenaza para las palmeras debido a su difícil control y a su capacidad para propagarse. De hecho, el insecto desarrolla varias generaciones en una misma palmera, hasta que la planta muere, momento en que los adultos la abandonan para colonizar otra palmera cercana y repetir el proceso. Los efectos del bichillo son fulminantes: primero se comienzan a amarillear las hojas centrales de la palmera; después estas hojas se marchitan, aparecen larvas en el interior del tallo que lo van llenando de túneles y ahuecando hasta que, finalmente, la palmera muere irremediablemente a manos de estos «cabroncetes».
Este insecto apareció hace ya varios años en diversas palmeras de la ciudad de Elche, habiéndose propagado al palmeral histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, que existe en aquella localidad. Parece que desde ahí, aprovechando su corto vuelo y que nuestro país está tan poblado de palmeras que casi parece un oasis, el mismo ha venido atacando en ciudades como Murcia, Granada o Málaga hasta que, finalmente, nos llegó a Jerez.
Además la cosa parece que tiene poca solución. Hay una solución de emergencia que consiste en dejar a las palmeras sin hojas, pues así no resultan atractivas para el picudo. Claro, a cambio, nuestras palmeras parecen esos espárragos gigantes y marrones de los que les vengo hablándoles. Creo, según me dice la gente del campo, que la única solución efectiva es que regresen a nuestra ciudad las aves insectívoras que son, justamente, las que aprovechando la noche se comen a estos insectos y acaban con la plaga.
Así que de estas líneas se extraen varias conclusiones: primera, que este cronista no tiene, ni por asomo, ganas de hablar hoy sobre política. Segunda, que hace falta que las aves insectívoras (pinzones, jilgueros, piquituertos, verdones, verdecillos, pardillos, camachuelos, petirrojos, zorzales, collalbas, roqueros, colirrojos, ruiseñores, chingolos, pepiteros, verdosos, corbatillas y demás), regresen urgentemente a nuestra ciudad; y tercera, que con esto finalizo la presente columna y quedo a disposición de todos ustedes para el fin de semana que viene.