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De estudiante pijo en Londres a la trinchera

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Con 39 años y formado en las mejores escuelas de Reino Unido (graduado en Arquitectura y con una tesis doctoral hecha en la London School of Economics) y Austria, Saif el-Islam (la espada del Islam) era el auténtico ojo derecho de su padre, Muamar Gadafi. Su cara amable, dialogante e ilustrada que llevó a 'The New York Times' a calificarle como «el hijo más moderno de Gadafi» cambió radicalmente en febrero cuando parte de su pueblo se levantó en Bengasi, al este del país, para exigir el fin de 42 años de dictadura. Entonces dejó los trajes caros y se puso el uniforme militar para sumarse a la defensa de un régimen del que esperaba ser líder en un futuro próximo y por el cual amenazó con «ríos de sangre» a los opositores. Amenaza que cumplió.

Miles de libios han muerto desde entonces en la guerra civil que ha sufrido el Estado norteafricano. El jefe de seguridad de su padre, detenido en Sirte el pasado 20 de octubre tras el linchamiento y muerte del dictador, confesó que Saif se oponía a cualquier negociación y fue quien empujó al mandatario a luchar hasta el final. El 21 de agosto, nada más caer Trípoli, los rebeldes anunciaron su detención, pero Saif no tardó en acercarse al lujoso hotel Rixos de la capital para pasearse ante la prensa extranjera y poner en entredicho a las nuevas autoridades. Fue su última aparición en público antes de buscar refugio en el desierto. Primero en Bani Walid y después en la frontera con Níger, país donde, según muchos rumores, se encontraba junto al jefe de inteligencia del régimen, Abdulá Senusi, hasta su captura ayer en Obari, 800 kilómetros al sur de Trípoli.

Antes de la revolución fue el encargado de introducir reformas en el país árabe y fue el responsable de la ley de amnistía para cientos de presos islamistas o la elección de Mustafá Abdul Jalil, actual líder del Consejo Nacional Transitorio (CNT), como ministro de Justicia. Saif puso en libertad a reconocidos islamistas como Abdul Hakim Belhaq, hoy líder militar rebelde en la capital y responsable de la toma de Bab el-Aziziya, el cuartel general del régimen. Su dominio del inglés, francés y alemán le pueden servir en caso de tener que declarar ante el Tribunal Penal Internacional, que emitió una orden de búsqueda y captura a finales de junio por su papel en la represión de las manifestaciones.