donde las calles no tienen nombre

En días como hoy

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Quizá me haya convertido en un bicho raro. En uno de esos frikis como los que salen en Big Bang Theory. O quizá no. Vaya, ahora parezco gallego. Bueno, el caso es que tengo que confesar que me gusta la política. Discrepo en muchos aspectos con la manera en la que se ejerce en nuestro país, pero la política como concepto no me negarán que resulta apasionante. Llevando al extremo mis rarezas he de decir que también me gustan las campañas electorales. Por muchos factores. Uno de mis mejores recuerdos profesionales lo tengo, precisamente, de una caravana electoral. En el año 2000 (momento abuelo cebolletas, ya lo sé) trabajaba en la Cadena SER y El País y tuve la oportunidad de hacer el seguimiento al candidato del Partido Andalucista a la presidencia de la Junta de Andalucía, que no era otro que Pedro Pacheco. Aquella experiencia me sirvió para conocer con más detalles el funcionamiento interno de un partido, aunque el PA era un completo desastre; y también para conocer muchos pueblos y ciudades de Andalucía que no había pisado hasta entonces.

Fue una campaña intensa, en la que Chaves se impuso a Teófila y el andalucismo saltó por los aires una vez más. La misma noche electoral Pacheco compareció en el hotel Sherry Park y mandó a paseo a Rojas Marcos y a Javier Aroca, que conformaban la cúpula de la formación en esos momentos y que la habían boicoteado toda la campaña de la forma más burda y vil posible. No anunciaban los mítines, no le proporcionaban medios ni publicidad ni nada de nada. Los periodistas que seguíamos a Pacheco experimentamos una especie de síndrome de Estocolmo y llegamos a sufrir con él sus penurias. En el debate que los candidatos de PSOE, PP, IU y PA tuvieron en Canal Sur televisión lo animábamos como si de nuestro equipo de fútbol se tratara. Después, cuando había que escribir o hacer las crónicas para la radio regresaba nuestro ojo crítico. Once años después y en unas elecciones generales algunos podrían pensar que esta campaña ha sido sosa o aburrida. Sinceramente, no lo veo así.

Según mi humilde criterio, ha sido interesante ver como el PSOE, o mejor dicho Alfredo Pérez Rubalcaba, ha peleado hasta el último segundo pese a los sombríos pronósticos que han hecho a otros socialistas arrojar la toalla antes de tiempo. Ha sido interesante seguir el discurso de Mariano Rajoy y comprobar cómo ha ido destilando las medidas que piensa adoptar para sacar al país del boquete económico en el que se encuentra. Cómo ha intentado frenar euforia de los suyos. Cómo, a medida que se acercaba la fecha de hoy, se le veía tomar más conciencia de la enorme responsabilidad y la tarea tan dura que se le viene encima. Ha sido interesante comprobar que parte del electorado socialista, esos votantes que nunca apoyarían al centro derecha, han girado hacia Izquierda Unida, hasta el punto de que las encuestas llegan a otorgarle entre ocho y diez escaños en el Congreso. Ha sido interesante observar a los andalucistas intentando reconstruir aunque sea sólo un poquito de lo que algunos de los antiguos líderes antes mencionados dilapidaron, creo, hasta el fin de los tiempos. En definitiva, podría decir que uno disfruta con estas contiendas. Y con días como el de hoy. Tengo la suerte de que, además, me toca trabajar y seguir de cerca las votaciones, la participación, los sondeos, las encuestas a pie de urna, los resultados, las reacciones, las consecuencias…Disfruto en días como hoy, levantándome temprano y siguiendo el ritual: un buen desayuno, una lectura de los periódicos y a votar. Es especialmente bonito para aquellos chicos y chicas que acaban de cumplir los 18 y por primera vez ejercen su derecho y se sienten más ciudadanos que nunca. Hoy es 20 de noviembre de 2011, y en el horizonte se atisban nubes negras y tormentas.

Es nuestro deber despejar el futuro, evitar que este país termine de caerse y, aunque suene a tópico, consolidar un futuro para esos niños que, como mis sobrinas, no tienen ni la menor idea de quiénes son esos señores con barba que salen en la tele hablando tanto estos días. Quizá sea un bicho raro. O quizá no. Quizá a usted le pase lo mismo. Hoy, una vez más, iré a votar. Y lo haré, entre otras cosas, porque estoy convencido de que si no tuviera este derecho lo echaría mucho de menos.