CRISPACIÓN ENQUISTADA
Actualizado:Espero que la crispación que se ha vivido esta semana en Jerez no tenga que ver con la llamada a las urnas de hoy. Estoy, de hecho, convencido de que no es así. Pero, en cualquier caso, lo que está viviendo la ciudad desde hace unos días empieza a recordar demasiado a lo que acabó convirtiéndose en costumbre en muchos momentos de la pasada legislatura, con continuas protestas, manifestaciones, cortes de tráfico, huelgas y demás. Los silbatos y las proclamas reivindicativas han pasado a formar parte de la banda sonora del centro de la ciudad por las mañanas, ante la indiferencia de algunos, la solidaridad de otros y la curiosidad del resto, estos últimos básicamente turistas que llegan de visita para ver bodegas, caballos, flamenco, tiendas o comer bien y se encuentran con este tipo de espectáculos.
Porque hay que reconocer que, en ocasiones, los manifestantes tiran de originalidad para protestar, con el objetivo de combatir la desidia que puede provocar que la gente ya esté demasiado habituada en Jerez a estas acciones. Para llamar la atención ya no vale con plantarse a las puertas del Ayuntamiento, recorrer las calles del centro, cortar el tráfico o recriminar a los gobernantes locales. Es el caso, por ejemplo, de lo que hicieron las trabajadoras de Acasa -servicio de ayuda a domicilio- este pasado viernes. Empapelaron el Belén Monumental que ha empezado a montarse frente a la iglesia de Santo Domingo y se encadenaron después al mismo. Un acto simbólico, que muchos consideran -posiblemente con razón- de mal gusto, pero que al menos resultó efectivo al conseguir llamar la atención.
En estos conflictos, como en casi todo en esta vida, hay dos caras. Está, por un lado, la de los principales afectados, unos trabajadores cansados de impagos o de retrasos en los cobros mes tras mes. Hay bastantes dramas con nombres y apellidos, algunos de los cuales hemos relatado en estas mismas páginas, de ésos que pone los pelos de punta y hasta remueven el estómago.
Luego está la otra cara, en este caso la de la diana de las iras casi siempre de los anteriores: el Ayuntamiento. Nos hemos acostumbrado a culparle de casi todo lo que pasa. En ocasiones con razón y en otras sin ella. La verdad es que en los poco más de cinco meses que lleva el nuevo gobierno municipal no le ha dado tiempo a arreglar los gravísimos problemas del Consistorio. Tampoco cabía esperar que lo hiciese, pero el tiempo le robará cualquier excusa si no llegan las soluciones.
He insistido varias veces desde este mismo espacio que Jerez precisa -y con cierta urgencia- algo de paz social, menos ruido y menos crispación. El enfrentamiento no es la solución. Solo el diálogo, el talante y la capacidad de ceder permitirá que se sumen esfuerzos, que todos remen en la misma dirección y, por lo tanto, que el barco salga a flote. En caso contrario, todos serán culpables. Sin excepción.