Agricultor generoso y ejemplar
José Pérez-Luna cosechó numerosos éxitos y reconocimientos por su actividad
Jerez Actualizado:En el transcurso del siglo pasado, especialmente entre las décadas de los años 20 y los 80, Jerez y su comarca experimentaron un notable progreso socioeconómico, participando en él diversos sectores y ámbitos como fueron el vitivinícola y bodeguero, el agrícola, el ganadero... Es obvio decir que en cada uno de ellos Jerez tuvo sus líderes, personas que destacaron por sus conocimientos y buen hacer, siendo un ejemplo para los demás y espejo donde sus contemporáneos hubieron de mirarse para, como ellos, mejorar la productividad de sus empresas, creando puestos de trabajo, riqueza y patrimonio. Recordamos cómo en el agrícola había en nuestra ciudad tres o cuatro conocidos agricultores cuyas cosechas destacaban por su abundancia, estando entre las mejores las de José Pérez-Luna.
Era frecuente oír en los casinos y círculos de labradores: «Fermín Bohórquez ha cogido este año 'equis' fanegas de trigo por aranzada, como también los Miró o los García Perea... Pero el que más ha cosechado ha sido José Pérez-Luna con 61,71 fanegas la aranzada». Sus conocimientos, observancia e intuición le hacían sembrar el cereal idóneo para el pronóstico que él mismo se hacía o vaticinaba sería el año agrícola venidero. Pero no solo fue un excelente agricultor, pues a su persona lo doraban otras características y cualidades que consideramos son dignas de ser traídas a las páginas de LA VOZ, ahora que estamos destacando a las familias cuyos apellidos corresponden a la letra 'P'.
José Pérez-Luna García nació en Jerez el día 10 de febrero de 1896, en el barrio de San Miguel, concretamente en la calle Zarza, 5. Hijo de Antonio y Rosario, tuvo tres hermanos, María del Carmen, Rosario y Alberto. Estudió en Jerez con profesores particulares y el día 21 de enero de 1913, cuando contaba 17 años, el Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes le concedió el título de contador mercantil por la Escuela de Comercio de Cádiz.
Su gran amor
Conoció a Carolina Gallegos Martín, la que fuera su única novia, con la que se casó en la entonces Colegial el día de la Virgen de Regla de 1922. Se fueron a vivir a un piso a la callejuela Gravina, donde nacieron sus tres hijos mayores, Carolina, José y Antonio. De allí se mudaron a un piso en la calle Corredera, donde nació Petrita, que murió a los pocos meses. Tuvieron otra niña a la que en recuerdo de su hermana también le pusieron Petrita y que murió a los siete años de edad, después de hacer la Primera Comunión.
Al nacer su hijo Domingo se mudaron a la calle Manuel María González, donde nacieron Rosario, Alberto, María del Carmen y Pedro. En total tuvieron diez hijos. José Pérez-Luna pasó por el durísimo trance de ver fallecer a su queridísima esposa cuando sólo contaba 56 años, así como a sus dos hijas Petritas, a su hijo Domingo y ya de mayor a su hijo José; como también a su querido yerno Pedro Benítez, marido de su hija María del Carmen.
Tras enviudar a los 58 años, dedicó su vida a la agricultura, actividad en la que, como decíamos, cosechó numerosos éxitos, premios y reconocimientos.
Las casas en las que vivió y donde su esposa tuvo a la mayoría de sus hijos fueron todas alquiladas. No fue hasta 1946 cuando pudo comprarse la de la calle Pedro Alonso 17, en la que residió hasta su muerte.
Hombre cabal y consecuente con sus valores éticos, morales y religiosos. Pasada la Guerra Civil y dado la enorme pobreza que asolaba España, el gobierno pidió a los españoles que quisieran ayudar entregaran el oro que tuvieran. José Pérez-Luna recabó todo el oro que había en su casa: cadenas, pulseras, monedas, medallas entregando, inclusive, las alianzas de boda, a la vez que daba gracias a Dios porque ningún miembro de su familia había perdido la vida en la contienda. Una de sus hijas guarda con cariño las alianzas de plata, que en sustitución a las de oro se mandó hacer el matrimonio.
Eran tiempos de hambruna y desolación, por lo que las monjitas se acercaban a las fincas de Pérez-Luna a pedirles trigo para hacer pan para los pobres, así como garbanzos para guisarlos y repartirlos entre los más necesitados. Iban de todos los pueblos de los alrededores porque sabían que nunca cerraba sus puertas a nadie.
Escuela en el cortijo
En su cortijo del Olivillo mantenía una pequeña escuela con una profesora que daba clases a todos los niños de las familias de los trabajadores que vivían allí, así como de las fincas y pagos colindantes. También tenía una capilla en cuyo retablo había una hornacina con la Virgen de la Merced, y en otra la talla de un crucificado de tamaño natural, esculpido por el escultor Pinto Berraquero.
En la escuela no solo estudiaron los hijos de los trabajadores, sino que también sus nietos, sobre todo los que suspendían y necesitaban clases de recuperación. Allí también los preparaban para la Primera Comunión, Confirmación... fechas en las que se hacía una fiesta y venían las familias de los niños.
En los tiempos de las misiones se guisaba y se hacía pan para todos los que venían a oír la palabra de Dios. Especialmente el último día, en el que se guisaban grandes ollas de garbanzos y se llevaba pan en cantidad a las familias necesitadas de Sanlúcar, Trebujena, Jerez e incluso Chipiona. De todo esos pueblos y aldeas colindantes se acercaban al Olivillo infinidad de personas a recoger un trozo de pan y un plato de comida. A veces las colas que se formaban eran interminables, daba conmiseración verlos desarrapados y hambrientos esperando que José Pérez-Luna y sus hijos mayores repartieron la comida.
Fue uno de los fundadores y organizadores de la Gran Copa La Ina de las carreras de galgos, en la que fue juez en numerosas ocasiones, como también premiado.
Tuvo en nuestra ciudad una fábrica de galletas, concretamente en la calle Ramos esquina con la calle Lanuza, en la zona del Mundo Nuevo, cuya rica producción era elaborada con una selección de sus mejores trigos. Téngase en cuenta al respecto que los de nuestro protagonista eran dedicados para semilla por el Servicio Nacional del Trigo.
Fue el primero que trajo a Jerez ganado de la raza charolesa, siendo con ella pionero en su cría y selección, con la que obtuvo ejemplares premiados en las ferias de ganado de Jerez y de Zafra. Más tarde hizo cruces con la raza retinta siendo también premiado en numerosas ocasiones.
Fue un enamorado del caballo y excelente jinete. De su piara de yeguas de vientre salieron caballos muy importantes para la doma de la Alta Escuela y saltos. Un caballo de su yeguada fue campeón de doma clásica.
El día que cumplió 90 años y con una yegua domada por él mismo dio una exhibición ante todos los invitados que estaban celebrando su cumpleaños.
Fue pionero en la provincia de Cádiz en la plantación de melocotoneros, cosa que hizo con extraordinario éxito en tierras de secano. Los frutos gordos y jugosos se envasaban en la misma finca, vendiéndose toda la producción en la Costa del Sol. También plantó almendros con excelente rendimiento. Resultaba espectacular ver la finca en el mes de enero con los almendros en flor.
Viticultor
A su historial como agricultor le sumó la de viticultor cuyos mostos eran adquiridos en su totalidad por la familia Terry para sus bodegas de El Puerto de Santa María.
Fue un hombre religioso, ferviente devoto de la Virgen de la Merced, a cuya Basílica asistía diariamente a las ocho de la mañana a la celebración de la Santa Misa y demás cultos vespertinos, al regresar del campo: Santo Rosario, novenas, quinarios... en los que pedía y hacía ruegos por la paz y el hambre en el mundo, por algún enfermo, por los estudios de los nietos y por la lluvia tan necesaria para todos. Se conservan estampas en las que anotaba sus peticiones -petición primera, petición segunda...- durante varios días, tras los cuales asentaba: primer favor concedido, segundo favor concedido...
Siendo muy mayor, salió durante varios años en la Hermandad del Amor y Sacrificio, cosa que hacía cargando con una cruz por la paz y el hambre en el mundo. Sin que él lo supiera, un hijo suyo, que también salía, hacía de cirineo. Al terminar la procesión decía: «¿Quién será la persona que me ha aliviado el peso?».
Caritativo
José Pérez-Luna fue un hombre cabal, de una inusual integridad y rectitud, un auténtico caballero en su forma de pensar y de vivir. Hombre caritativo donde los haya, se ocupó de asistir a un buen número de familias necesitadas de Jerez, siempre con el siguiente lema: «Que no sepa tu mano izquierda, lo que hace la derecha».
Por su extraordinaria vida laboral fue galardonado con diversas medallas y condecoraciones, como la de Oficial de la Orden del Mérito Agrícola, concedida por el jefe del Estado, Francisco Franco, el 18 de julio de 1973. Por decreto del 18 de julio de 1975, le fue otorgada, también por Franco, la Encomienda de la Orden del Mérito Agrícola, dada en Madrid el 10 de octubre de 1975. El 15 de mayo de 1982, su Alteza Real Don Juan Carlos I le concedió la Encomienda de Número de la Orden Civil al Mérito Agrícola. Impuesta en Madrid el 9 de julio de 1982.
Por su colaboración con los Hermanos de las Escuelas Cristianas el 25 de mayo de 1952 y con motivo de la bendición del monumento a San Juan Bautista de la Salle, le fue concedido el título de adhesión a la congregación lasaliana.
La Hermandad de Jesús Nazareno quiso honrar a José Pérez-Luna por sus más de 50 años de continuada y piadosa pertenencia a dicha cofradía. Y el 6 de junio de 1985 le dedicaron una jornada en la que le otorgaron el más honorable de los distintivos.
Falleció el 13 de octubre de 1994 cuando contaba con 98 años de edad.