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La alicantina Paca Aguirre recibe el Premio Nacional de Poesía

Cultura destaca su poemario 'Historia de una anatomía', que casa humor negro y melancolía

M. LORENCI
MADRID.Actualizado:

«La poesía disfruta de un mala salud de hierro». Lo asegura risueña Francisca Aguirre (Alicante, 1930), que cuarenta años después de publicar su primer poemario ve recompensada su perseverancia con el Premio Nacional de Poesía. Lo obtuvo gracias a 'Historia de una anatomía', poemario en el que casa «humor negro y melancolía» y que no deja de darle satisfacciones. Publicado por Hiperión, obtuvo en 2010 el premio Miguel Hernández, dotado con 24.000 euros. Añade ahora los 20.000 del galardón que Cultura concede anualmente al mejor poemario publicado en el último curso editorial.

«Es un libro en torno al cuerpo, en el que, como un notario, doy fe de la historia de mis huesos y de mi vida» avanza Aguirre. Original en su planteamiento lírico, ya que presenta al cuerpo como sujeto de pruebas médicas en poemas como 'Radiografía', y se ocupa de elementos físicos -'Columna vertebral', 'El pelo', La piel- y espirituales -'La memoria', 'Las pasiones', 'La voluntad', 'Los sueños', 'La esperanza'-. «Está hecho con cierto sentido del humor, un pelín negro, y al tiempo algo melancólico» explica la jovial y octogenaria Aguirre. «Quien escribe es consciente del desastre del cuerpo. Es también un homenaje a mi padre. A partir de los datos personales, quería muy deliberadamente que se supiera quién era y que el libro era para él», precisa recordando a Lorenzo Aguirre, pintor republicano que compartió celda con Miguel Hernández y fue fusilado por los franquistas en 1942.

«Con la excepción de los poetas satíricos y los que optan por el humor negro, la poesía no suele ir de la mano del humor», reconoce Aguirre. «Los poemarios tienden hacia la melancolía que lleva implícita el recuerdo y la evocación del pasado», admite una poeta muy apegada a la realidad. «Escribo siempre sobre lo que he vivido. Raramente invento, aunque a veces la historia me invente a mí, o algo de mí, para mirarme desde fuera».

A su juicio, «la poesía sirve hoy para lo mismo que siempre; es el paño de lágrimas de las personas sensibles. Canta a lo que no tienes, lo que has pedido, lo que anhelas, el tiempo que se fue... No hay grades novedades en los temas poéticos. El gran escrito argentino Alejandro Castillo dijo que creamos cosas porque las necesitamos, y entre esas cosas están la poesía y la música, que tiene la misma rara utilidad, además de los utilísimos alfabetos o los pucheros».

Consoladora

«En medio de todo está lo indecible, lo inefable, que es el territorio de la poesía, que nos dice lo que no hay o lo inventa, algo a menudo tan importante como lo que hay», explica Aguirre. «La poesía, la gran consoladora, está por encima de casi todo y se enfrenta al gran vacío final», resume esta autodidacta cuya universidad «han sido los libros de viejo».

Casada con el también poeta y premio nacional Félix Grande, madre de poeta, Paca Aguirre es una atleta de fondo de la lírica. Debutó en 1971 con 'Ítaca', poemario que mereció el premio Leopoldo Panero. Entonces ya se movía con ritmo de perezoso en el mundo de la creación. «Tardé muchísimo en darle el visto bueno a aquel poemario que comencé siete años antes. Mareé la perdiz hasta que creí que estaba suficientemente adobada», ironiza.

Ha mantenido ese lento caminar en busca de una voz poética propia marcada por una 'machadiana' sencillez, la naturalidad y la ironía. «Mi generación no tuvo fácil el acceso a la cultura, así que me he pasado la vida rastreando como un topo la genialidad para nutrirme de la poesía de los grandes, husmeando en su obra para sacar leche de un alcuza», dice esta admiradora de César Vallejo, Garcilaso, Baudelaire, Rimbaud, Rilke, Juan Ramón y Lorca, «a quienes he leído hasta cansarme».