El porvenir de la cultura
Actualizado:Ante el desbarajuste que genera el ver sobre el alero, cual macetita de gitanillas zarandeada por el vendaval, el porvenir de Europa como proyecto económico y social, creo conveniente, en bien de todos, realizar un esfuerzo de investigación casera, para analizar el porvenir de la Cultura Occidental, sin incurrir en catastrofismos maniqueos. Entendemos que sin prestarle la profunda atención a la cultura no tenemos porvenir, si bien también entiendo que hemos de consensuar qué entendemos por cultura. Si por cultura se entiende la inducción al consumo elitista de la belleza, de bienes sofisticados impopulares, o sea no basados en la asequible comprensión generalizada, ciertamente la cultura ejercerá de jarrón chino de suntuario ‘cloisonné’, inservible para hacer felices a nuestros connacionales.
Conviene pues, distinguir, o intentarlo al menos, entre cultura e ilustración. Distinguir, de paso, el conocimiento de la erudición. No somos cultos, por no saber utilizar un mingitorio de forma civilizada y respetuosa con los demás usuarios, por no respetar un paso de cebra, por faltarle el respeto debido a un maestro o a un médico, por abusar defraudatoriamente de los servicios sociales, por eludir responsabilidades inherentes a todo derecho, por ser maleducados y groseros, por ser, por ello mismo, antipáticos, por ser malos estudiantes, por ser absentistas deshonestos, por tender a la liviandad y a la banalidad a la hora de autocensurar nuestros incumplimientos, censurando con encono sin embargo, los de los demás… La lista es larga, para vergüenza nuestra.
Votar, lo que se vote, el domingo próximo, es un acto culto, pero más culto es, votar con conocimiento de causa, o sea, intentando convertirlo en un acto concienzudo y magnánimo, si bien para ello deberíamos estudiar un poco, al menos, politología. No hay tiempo para ello, pero sí tenemos tiempo para empezar a ocuparnos del porvenir de la democracia culta y consecuente. La democracia de los gestos altruistas, de las obligaciones indelegables, de los actos honestos impostergables. La de los sacrificios por el bien común, la del amor al convecino; la del esfuerzo y el trabajo, la del estudio y la entrega; la de la pasión y la emoción vertiginosa por generar riqueza incorrupta de disipación justa y horizontal sin perseguir el enriquecimiento espurio, egoísta y fratricida.
No existe, ni existirá, un contratiempo, plaga, crisis o maremoto, cuyos asoladores efectos no puedan ser paliados por un colectivo culto y cohesionado. El dolor compartido se convierte en gozo, como la lágrima colegiada tiende a convertirse en río fructificante. Concordia activa. Entender a Kandinsky resulta anecdótico.