al palo

Disparar por elevación

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Llega a ser cansino el mundo del fútbol cuando un entrenador está casi sentenciado. Es el caso de Juan Merino en el Xerez Club Deportivo, que ha buscado con buena voluntad y esfuerzo diario, manejar las riendas de un equipo cogido con alfileres y que nunca debió prescindir (a falta de delanteros con más solvencia goleadora) de Mario Bermejo y de Antoñito. Es fácil contemplar la corrida desde el tendido, también es fácil contentar a la grada haciendo desaparecer a un Rafa Barber cuyo juego oscuro daba equilibrio al equipo azulino.

Juan Merino tiene que asumir su cuota de culpa en la mala gestión del cambio en la portería ante el Numancia –de un plumazo y por sorpresa quitó la titularidad a Doblas– y de la salida del once también en ese partido del bullidor Israel. Se abusa del pelotazo, y el equipo no tiene vuelo por bandas. El toque exhibido ante el Sabadell no ha vuelto a aparecer y ya nos acordamos de la palabra ‘resultadismo’ si miramos la clasificación. Pero señalar con el dedo sólo a Juan es de injustos. Hay jugadores sobrevalorados y otros que parecen borrarse. Y otros que, por las razones que sean, inexplicablemente no suelen jugar (Capdevila, Óscar Díaz, José Vega…).

Sería además ventajista en estos momentos criticar negativamente la labor de Viqueira cuando aún quedan más de 50 puntos por disputarse y el consuelo de un nuevo mercado en invierno para apuntalar puestos clave. Esta dosis de realismo que llega al Consejo de Administración xerecista, que estará estudiando nombres y currículos técnicos por si se cesa a Merino tras el partido de Las Palmas, también ha vestido de real el discurso que no debió cambiar: primero lograr la permanencia con holgura y cuanto antes para luego seguir avanzando.

Disparar por elevación siempre genera daños colaterales… Incluso a los amigos.