LA CORRUPCIÓN NO EXISTE

Ni se mencionó en el cara a cara entre Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, y si no es por Gaspar Llamazares también hubiera pasado desapercibida en el debate a cinco. La corrupción no existe en esta campaña. Ha pasado de ser un arma arrojadiza en las lides electorales a ser la gran desaparecida.

Varias razones explican este eclipse. Es evidente, aunque cueste creer, la inutilidad electoral de denunciar los comportamientos corruptos de determinado gobernante o fuerza política. Estar corrompido o estar acusado de ello no resta votos. No hay más que ver lo que pasó en las elecciones municipales con el PP en Madrid y Comunidad Valenciana, territorios en los que varios dirigentes populares están imputados y hasta procesados por sus vínculos con la trama 'Gürtel'. Como si no hubiera pasado nada; el PP no se resintió lo más mínimo, mantuvo y mejoró sus resultados. Los ciudadanos no castigan estos comportamientos. Como si fuera normal que los políticos se aprovechen del cargo o lo utilicen para engordar el bolsillo.

En esta ocasión, además, el PSOE, antaño demandante de responsabilidades al PP, no tiene fácil erigirse en justiciero. Tiene entre manos el caso de José Blanco, que según el afectado ni es caso ni es nada. Igual no es nada, pero el simple hecho de que un juez de Lugo haya trasladado el sumario al Tribunal Supremo abre el abanico de posibilidades. Blanco, por si acaso, se mueve por la campaña sin meter el ruido que debería meter el número dos del partido. Es como si PSOE y PP hubieran acordado, al igual que en el chiste del dentista, no hacerse daño. Una actitud que no hace más que alimentar la opinión negativa de los ciudadanos sobre los políticos. Son el tercer problema del país detrás del paro y las dificultades económicas, una posición en la que tienen mucho que ver la corrupción que ha salpicado a casi todas las fuerzas políticas. No por taparla va a mejorar su imagen entre la ciudadanía.