GENTE ASÍ
Actualizado: GuardarEntramos ya en la recta final de la cita con las urnas tras el gran Auto del debate de los dos aspirantes a gobernar los cuatro próximos años. Sobrevive, pues, la democracia pero el griterío de los personajillos que se alinean en una u otra trinchera son rigurosamente insoportables. Cuatro días, pues, hasta que abran las urnas.
A veces se tiene la sensación de que lo peorcito de cada santa casa, de cada santo periódico y las mentes más machacadas por la dureza de la época, se han apostado en los flancos estratégicos de la vida pública nacional disparando contra todo lo que se mueve y respira. Presuntos informadores con complejos de salvadores de la humanidad con el norte perdido andan emborronando la frágil cotidianidad del país. Pretendidos izquierdistas en la transición democrática que dieron el salto sin red al vocinglero mundo integrista al ver defraudada sus ambiciones. Y entre ellos mismos se insultan, establecen acechanzas malignas y se creen grandes creadores cuando un ciudadano anónimo lo reconoce por la calle por alguna aparición fugaz en una de las múltiples televisiones del país, entre las nacionales, autonómicas y municipales.
Lo mejor que tenemos, con diferencia, es el paisanaje nacional: aguanta lo inaguantable, soporta lo irresistible, aprieta los dientes cuando se quedan sin trabajo, no cuestionan en ningún caso la legalidad e irán a votar el próximo domingo, pues el voto es el combustible de la democracia, este pueblo sabe muy bien lo que es perder las libertades.
Gente así, por lo general, acaban en el matonismo que la historia nacional conoció en otras épocas que desembocaron en crónicas para la historia. Tales agentes de la bronca, el integrismo y el fanatismo se dejan ver con satisfacción sintiéndose importantes y elegidos por la historia. Evidentemente, cuando se mira hacia atrás, siempre se observan problemas mayores y calamidades más dolorosas.
No vale saltar del tranvía en marcha. Los grupos de insatisfechos, viandantes sin caminos legibles ni advertencias geográficas, suelen confiar por lo general que uno de estos bandazos de la historia le premie por arte de un capricho sorprendente. Ahora, bien: la historia tampoco se chupa el dedo.