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CINTURÓN

JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Hace unos días traíamos aquí las propuestas del PSOE en materia televisiva, que fundamentalmente pasan por meter en cintura a los canales a través de consejos audiovisuales y revisiones de licencias. Ahora hay que traer las propuesta del PP, que ya han levantado ampollas porque ante todo van en una dirección: apretar el cinturón. Es curioso: la izquierda quiere apretar ideológicamente y la derecha quiere apretar económicamente. El caso es apretar. Bien, ¿cuáles son concretamente esas propuestas del PP? Sobre todo, tres: una, estudiar la viabilidad económica del actual modelo de televisiones públicas para «redimensionarlas» y «adaptarlas» a la coyuntura presupuestaria, que es abiertamente menesterosa; dos, abrir el campo para que la gestión privada pueda entrar en los canales públicos; tres, establecer techos máximos de gasto y de endeudamiento para todos los medios de comunicación públicos. Como era previsible, los sindicatos han puesto el grito en el cielo, particularmente por eso de abrir los canales públicos a la gestión privada. «Si das entrada al capital privado, das entrada a códigos editoriales de naturaleza privada contrarios a una televisión pública independiente», dice Carlos Ponce, responsable de medios de comunicación de UGT. Es verdad. Claro que también quitas poder a los sindicatos, cosa que Ponce calla. El señor Ponce dice que estos propósitos del PP son un «ataque en toda regla» a la naturaleza de servicio público de los canales públicos. Podríamos discutir mucho sobre qué servicio público prestan exactamente las cadenas de control estatal o autonómico, ¿verdad? Pero, al margen de eso, conviene recordar que también hay hospitales o colegios de gestión privada que garantizan a plena satisfacción servicios públicos elementales como la sanidad o la educación. En todo caso, me temo que el argumento de fondo para hacer reformas en el mapa va a ser más simple que todas estas consideraciones, a saber: ¿Hay dinero para mantener el actual sistema de televisiones públicas? Todos sabemos que no. Y esa es en realidad la cuestión.