La 'papeleta' de Elena y Ana
Feroces, incisivas y polémicas, Mato y Valenciano dirigen la campaña más difícil: convencer a los españoles de que su candidato es el mejor para sacarnosde esta crisis
MADRIDActualizado:Les ha tocado dirigir la campaña más difícil de nuestra historia reciente, la que encaminará a los españoles hacia unas urnas de las que saldrá un hombre (Rubalcaba o Rajoy, no hay alternativa) que deberá sacar a España del lodazal. Ambas, Valenciano y Mato, son mujeres, pero ¿quiénes?
Los primeros recuerdos de Elena Valenciano (Madrid, 18 de septiembre de 1960) la trasladan al Retiro madrileño, largos paseos de la mano de su abuela. O a los baños de verano en la playa de Altea (Alicante) –donde hoy tiene su casa–, momentos que relata con pluma diestra en un blog a veces intimista, a veces feroz (www.elenavalenciano.com). La responsable de campaña de Alfredo Pérez Rubalcaba y número dos en las listas por Madrid sacó el jueves un rato para hablar con este periódico y acordarse también de los descansos entre clases en el patio del Liceo francés, donde estudió, mirando de reojo a Antonio Vega tocar la guitarra sentado en el suelo, «un tipo maravilloso, encantador, del que todas estábamos enamoradas», confiesa. Pese a haber nacido en una familia burguesa con chicas de ‘servicio’, nada pudo impedir que allí se gestara su ideología –«aquello estaba lleno de hijos de exiliados, de izquierdistas, había una actividad política intensísima»–, algo que culminó con su afiliación a las Juventudes Socialistas con solo 15 años: «A mi madre, una señora de derechas, le pareció horroroso que su primera hija (eran tres) fuese marxista. Mi padre, con el que siempre he tenido una relación única y maravillosa, lo llevó algo mejor». El cabeza de familia, un científico elegido en su día por la UCD para dirigir el departamento de Salud Pública, se vio salpicado en los 80 por el escándalo de la colza, uno de los peores momentos para la familia: «Sobre todo porque el PSOE al que yo ya pertenecía estaba haciendo una oposición durísima».
En aquellos años, vivió la Movida de forma intensa: «Aunque hoy no salgo nada, entonces era bastante juerguista. Nunca llegaba muy tarde, pero recuerdo con cariño las noches en el Penta, el Rockola, los conciertos... Llevé el pelo de colores, en punta, con el flequillo dorado... Hay fotos en las que parezco Alaska».
Detractores y críticas
Sus detractores le achacan que no terminara los estudios de Derecho y Ciencias Políticas: «Me gustaba y sacaba muy buenas notas, pero me enredó la política. No estoy orgullosa, debería haber terminado». También le critican por la mariposa que luce en el hombro izquierdo, un tatuaje que se hizo cuando acompañó a su hija para ver si el sitio cumplía con los mínimos higiénicos: «Ella tenía 17 años y yo ya había cumplido 40. La vi, era pequeña, pregunté dónde dolía menos y me la hice. No me arrepiento, es preciosa. ¿Que lo usan en la crítica política? Pues bueno».
Casada, divorciada «y vuelta a casar, con un tío muy guapo, como a mí me gustan», entre semana vive de alquiler en Madrid, en la calle Fuencarral, debajo del piso que ocupa su hija –la del ‘tatu’, hoy de 22 años–. Fines de semana y vacaciones reside en Altea, junto a su marido y su hijo de 16 años. La conciliación laboral y familiar fue «horrible» los nueve años que trabajó como eurodiputada en Bruselas (1999-2008). «Sin mis pequeños. Lo superé de mala manera. No sé ni cómo».
El 1 de abril de 2008 se estrenó como diputada en el Congreso y comenzó a trabajar con Rubalcaba. El candidato del PSOE sorprendió hace unos días a propios y extraños cuando, en una entrevista a la revista ‘FHM’, le preguntaron a qué política le gustaría ver en la portada (siempre con mujeres explosivas semidesnudas). Contestó que a Valenciano. «Ja, ja –se ríe ella–, estaba bromeando, y añadió que era porque yo les iba a dar un buen titular». Como a Maribel Verdú, ¿también le parece que Rubalcaba es sexy? «La verdad es que no, pero sí un gran tipo, inteligente y sensible». Y se reafirma en que, «puestos a elegir», se queda con su compañero Eduardo Madina.
Otro mal momento: «Las últimas elecciones, en mayo, cuando tuve que salir pronto a dar los resultados a mis compañeros... Fue duro». La definen como feroz en sus ataques al PP y en su defensa del PSOE: «Es posible que sea dura, sí, pero respetuosa. Dura en mi apreciación de lo que hay que hacer porque lo pienso así, y apasionada en la defensa de mi partido porque me lo creo mucho, me creo que es lo mejor que le puede pasar a España. Ese es mi punto fuerte; y el débil, que sufro mucho con la vida que llevo, el estar separada de la gente que quiero».
Alumna de Verstrynge
¿Y qué opina de su contrincante en campaña, de Ana Mato? «Que es una buena persona», responde Valenciano. ¿Cree que es una pija, como la llamó recientemente uno de sus colegas de partido? «Ella es un producto de su entorno, pero pija es despreciativo. No, no lo creo». Ése fue el calificativo que empleó el portavoz parlamentario del PSOE en Andalucía, Mario Jiménez, para responder a unas polémicas y recientes declaraciones de Mato en las que criticaba la enseñanza de esa comunidad gobernada por los socialistas.
Echó mano de una foto que ilustraba una noticia sobre la tardía llegada de mobiliario a algunos centros educativos, aunque los críos en cuestión estaban escuchando una clase de cuentacuentos: «Algunos niños están en el suelo en los colegios públicos porque ni tan siquiera tienen mesas para sentarse», dijo ella. Llovía sobre mojado, porque en 2008 afirmó que «los niños andaluces son prácticamente analfabetos». Luego rectificó. Pero la vicesecretaria general de organización y electoral del PP es en realidad una enamorada de esta comunidad, de las playas de Cádiz y de Sanlúcar de Barrameda, donde suele pasar sus veranos y tiempo de descanso junto a sus tres hijos, dos chicas y un chico de entre 15 y 22 años.
Ésta es una anécdota en la carrera de largo recorrido de Ana Mato (Madrid, 24 de septiembre de 1959). Siendo una veinteañera, sorprendió con su afiliación a Alianza Popular (AP) a sus hermanos y padres (él, marino militar, murió repentinamente hace unos meses mientras su hija daba un mitin en Palma de Mallorca. Su madre era ama de casa). Desde muy niña mostró interés por dedicarse a la política. Dicen los que la conocen que «llegó a sentirse una ‘rara avis’ entre sus compañeras adolescentes; mientras otras se decantaban por las típicas profesiones elegidas por las chicas, ella no dudaba en decir que quería ser política, por el servicio a los ciudadanos».
Estudió Sociología y Ciencias Políticas en la Complutense, donde tuvo como profesor al entonces secretario general de AP, Jorge Verstrynge, que recuerda haberla visto por primera vez «en la sede del partido, y luego ya en la facultad. Una buena alumna, muy interesada. Yo no la empujé a estudiar la carrera, ya tenía ese interés. Era muy trabajadora y constante. Nunca pensé que llegaría donde está porque en política la competencia es terrible y más siendo mujer. Pero se ha preparado mucho y ha demostrado tener una increíble capacidad de resistencia política: ha sobrevivido al tema ‘Gürtel’». Se refiere a cómo se vio salpicada por la relación de su ex marido, Jesús Sepúlveda, con Francisco Correa, presunto cabecilla de la trama.
En el PP «ha hecho de todo», dicen, «hasta pegar carteles». En 1993 se convirtió en diputada nacional. Muy familiar, así la definen, también sufrió en su época de eurodiputada en Bruselas (2004-2008). Trabajadora, metódica, perfeccionista... En su primer mitin, allá por los años 80 en Aranjuez, estaba tan nerviosa que sus compañeros la aconsejaron tomarse «un whisky. Y le quitó los nervios, pero se dio cuenta de que el alcohol le sienta tan mal que ni lo prueba». Prefiere la Coca-Cola light, con la que acompaña dos de sus comidas favoritas: tortilla de patata y croquetas.