EL CARTEL ELECTORAL
Actualizado:Antes de que se perfeccionara el marketing y la política de la imagen, mucho antes de que se pensara en debates electorales, las campañas se decidían en los mítines pero también mirando los carteles de los aspirantes. Ante mí tengo el cartel de un tierno Adolfo Suárez que representaba a la fuerza emergente, la UCD, con una mirada de ternura infinita sobre un fondo de espesura de bosque. Toda una alegoría a las bondades de la fotosíntesis, (tanto por la parte de la clorofila como para la del candidato).
Comparando aquellos carteles con los de ahora nos podemos hacer una idea de cómo ha evolucionado la política española. Hoy, con la presencia masiva de asesores de imagen y de magos del Photoshop, es impensable plantar una foto con la naturalidad que tenían las de Suárez y las de Felipe en las primeras generales de junio de 1977; Alfonso Guerra cuenta que escuchó en un colegio electoral a una señora que no sabía si votar «por el guapo con corbata, (Suárez), o por el guapo sin corbata, (Felipe)». Para captar la 'naturalidad' del candidato los carteles se han ido alejando cada vez más de la naturaleza del mismo, bien es verdad que hay carteles que matan y que algunos deberían pensárselo dos veces antes de asustar a los niños. Supongo que aquella foto de Adolfo Suárez se haría en un momento y sin maquilladora de por medio, en cambio los carteles que vamos a ver en la presente campaña son todos de varias horas de maquillaje, focos, asesores comentando y problemas a la hora de elegir camisa, corbata y fondo. Y luego todo un proceso de tormenta de ideas para analizar qué imagen tendrá el calado que el partido quiere transmitir. Todo ese proceso alambicado, complejo, barroco y escasamente natural, nada tiene que ver con aquella foto del joven Adolfo Suárez. Esos carteles eran el resultado de unos niños pintando con un caballete al natural, nada que ver con estos reyes del Photoshop que piden nuestro voto.