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Rosa Díez, durante un pleno del Congreso. / Archivo
ELECCIONES 20-N

Rosa Díez: La última romántica de la política

La veterana política aspira a romper el bipartidismo y a atraer el numeroso voto de los ciudadanos “indignados”

CECILIA CUERDO
MADRIDActualizado:

La candidata del partido nacional más joven que concurre a las elecciones afronta el 20-N su examen de confirmación. Rosa Díez (Sodupe, Güeñes, 1952) presenta a UPyD como la única alternativa real y realista al bipartidismo imperante de PSOE y PP, con la proclama, recogida en su manifiesto fundacional, de que “nadie está obligado a resignarse a opciones que le han decepcionado con anterioridad”. Y en el año en que han florecido y cobrado fuerza los descontentos con el sistema político, está por ver si su apuesta es acertada.

Su apuesta programática pasa por la defensa del estado del bienestar y una política progresista en materia fiscal y de derechos; aboga por una reforma constitucional para reforzar el Gobierno central, devolviéndole competencias absolutas en sanidad y educación e igualando a la baja las competencias de las autonomías, y promueve una mayor participación ciudadana en la política.

La fuerte personalidad de Díez es precisamente una de las bazas de la formación. No es un personaje de términos medios, y despierta admiración o rechazo a partes iguales. Los calificativos se entremezclan: trabajadora, impulsiva, fuerte, vehemente, testaruda, brillante, incansable o egocéntrica. Una fama que se ganó durante las casi tres décadas en que fue una de las caras más reconocibles del socialismo.

Casada y con dos hijos adultos, le gusta pasear por los montes de su tierra. Lectora compulsiva, se confiesa ecléctica en gustos musicales y cinematográficos, aunque reconoce que todavía disfruta con el film 'Blade Runner' y composiciones de Bebo Valdés y El Cigala, Scorpions o Luis Llach, por citar a algunos. No rehúye la cocina, aunque tiene poco tiempo para practicarla, y a menudo utiliza símiles culinarios para explicar su receta política.

Su acentuada personalidad al vestir, con colores fuertes y diseños atrevidos y atención a los complementos, le han puesto no pocas veces en el punto de mira, algo impensable en el caso de un hombre.

El valor de Díez es que cree firmemente en lo que hace en cada momento, y considera la política más una vocación que un trabajo. Lleva en esto desde que tiene “uso de razón”, no en vano su padre fue un obrero metalúrgico socialista condenado a muerte durante el franquismo, aunque finalmente le conmutaron la pena. Más de una vez le ha alabado sus enseñanzas acerca de la convivencia y el respeto a las reglas de juego democrático.

Así, era natural que la más pequeña de la familia Díez, la única hija, entrase en la política. Primero en UGT (1976), y un año después en el PSOE. Empezó como diputada de Bienestar Social en la Diputación Foral de Vizcaya (1983-1986), y luego llegaría el acta de parlamentaria en la Cámara vasca (1986-1999).

El salto a la primera línea lo daría en 1991, tras el acuerdo de gobierno entre PSOE y PNV. Díez ocupó la cartera de Turismo (1991-1998) y fue la valedora de uno de los lemas más reconocibles de su tierra, el famoso y polémico “Ven y cuéntalo” con el que quiso recordar que en Euskadi había algo más que terrorismo. De ahí pasó al Parlamento Europeo, donde permaneció hasta 2007.

La paz, una obsesión

La paz y la libertad han sido, precisamente, unas de sus principales obsesiones. Víctima de un atentado fallido de ETA en 1997, ha evolucionado de posturas más moderadas o pactistas, que la enfrentaron inicialmente en los 90 a Ricardo García Damborenea (líder del PSE de Vizcaya) a otras más radicales. Para ella, el fin del terrorismo solo llegará con la disolución de la banda terrorista, no con el cese de la violencia.

En esa época disputó, sin éxito, las primarias para encabezar la candidatura a Lehendakari a Nicolás Redondo Terreros. Con el aval de los espectaculares resultados del PSOE en las Elecciones Europeas de 1999, pensó que tendría opciones para disputar la candidatura a la secretaria general de los socialistas al año siguiente. Se equivocó, y con 65 votos quedó muy lejos de José Bono –al que llegó a restar votos, a decir de algunos— o José Luis Rodríguez Zapatero, elegido con 414 votos. Muchos sitúan en esa decepción el inicio de su alejamiento de la formación, enfrentándose abiertamente con sus compañeros y llegando a alinearse con postulados del PP en el Parlamento Europeo.

Frente a las críticas de quienes afirman que montó UPyD en 2007 para conseguir el mando que no había logrado en el PSOE, ella defiende un cierto sentido de “utilidad” del nuevo partido y explica que se marchó porque dejó de creer en lo que hacía la formación. “En el partido socialista no podía seguir siendo fiel a mí misma”, llegó a decir en ese verano de 2007. Y apela a que lo más importante para ella es “sentirte a gusto en tu piel”.