El islamismo se apodera de las revueltas árabes
Los grupos que combatieron a las dictaduras de Egipto, Túnez y Libia aspiran ahora a conseguir el poder en elecciones
TRÍPOLI / EL CAIRO.Actualizado:Las revoluciones de Túnez, Egipto y Libia han acabado con las dictaduras. El pueblo se alzó contra Zine el Abidine Ben Ali, Hosni Mubarak y Muamar Gadafi con el sueño de alcanzar la libertad para sus países. La lucha contra los tiranos y la fe son los elementos en común entre la mayoría de los ciudadanos de estos movimientos sociales; derribados los primeros, solo queda el islam como camino para aunar las sensibilidades de países en los que las formaciones religiosas han sufrido una fuerte persecución en las últimas décadas.
Sus líderes padecieron la cárcel y el exilio, donde se conocieron, planearon y soñaron con este momento, una nueva era que sella para siempre los regímenes nacional socialistas que acabaron convirtiéndose en dictaduras con el visto bueno de Occidente. Para ellos su verdadera patria es el islam. Los Hermanos Musulmanes en Egipto, y sus equivalentes en Túnez, Ennahda, y Libia, cuyo nombre y líderes emergerán en la asamblea que el movimiento celebrará el mes próximo, forman la nueva cara de un islam político seguro de imponer su autoridad a través de las urnas. Un islam que se enfrenta al reto de hacer frente a las enormes expectativas de los ciudadanos ante la nueva era y frenar el radicalismo de los salafistas que han aprovechado el fin de las dictaduras para predicar la vuelta a los tiempos del Profeta.
Victoria aplastante
La victoria de Ennahda, brazo de los Hermanos Musulmanes en Túnez, pone la primera piedra del islam político que los dirigentes de este movimiento internacional aspiran a implantar a través de elecciones libres en los países donde ha triunfado la 'primavera árabe'. El 40% de los votos han sido para esta formación ilegalizada en 1989 por un régimen que encarceló a sus líderes y seguidores, cerró las madrasas (escuelas coránicas), prohibió el hiyab y ordenó abrir las mezquitas solo para la oración. Sus dirigentes han celebrado su triunfo tendiendo la mano al resto de fuerzas laicas.
La implantación de un «islam moderado» es la frase más repetida por Ennahda, que trata de acabar con los estereotipos que vinculan a los partidos religiosos con formaciones fundamentalistas y pone a Turquía como modelo a seguir. Una especie de tercera vía alejada de otros sistemas islámicos totalitarios como los de Irán o Arabia Saudí. El trabajo de décadas en la clandestinidad y la proximidad a las clases más desfavorecidas con organizaciones de caridad son la base de un proyecto que tiene las llaves de la nueva Asamblea constituyente. Esta elaborará una nueva Carta Magna y nombrar un Gobierno interino que fijará la fecha para elecciones legislativas y presidenciales.
Tras una guerra civil
Las familias libias siguen llorando a sus muertos. La revolución se convirtió en una guerra civil y la nueva era tiene el doble reto de la reconstrucción física y política del sistema. El Estado islámico libio toma el relevo a cuatro décadas de dictadura y la sharia será a partir de ahora «fuente única de jurisprudencia», según confirmó el sheikh y presidente del Consejo Nacional Transitorio (CNT), Mustafá Abdul Jalil, en la 'Declaración de la victoria'.
Los Hermanos Musulmanes están en el país desde los 60, y ahora pueden operar en libertad. Desde febrero trabajan en el este a través de organizaciones de caridad como Al Wafaa y ahora en el oeste con representantes en todas las ciudades. En un mes quieren realizar un congreso para bautizar su partido y elegir a los líderes que les representarán en las elecciones.
Junto a los Hermanos Musulmanes, la revolución ha aupado a militares de marcado carácter religioso como Ali Al Salabi (Bengasi), Abdul Hakim Belhadj (Trípoli) o Abdul Hakim Al Assadi (Derna), figuras de gran carisma repudiadas por el régimen anterior y cuya prioridad es la consolidación del modelo islámico, aunque de momento ocultan sus aspiraciones políticas.
Fuerza y experiencia
No fueron sus promotores, pero es muy posible que la revolución egipcia no hubiera triunfado si los Hermanos Musulmanes, la mayor fuerza opositora en época de Mubarak y también hoy, no hubieran apoyado las protestas desde el principio. La dirección del grupo se intentó mantenerse en un segundo plano en los convulsos días de enero y febrero, y aseguró que no lideraban el cambio, sino que se movía con él. Pero su fuerza podía verse en todos los rincones de la plaza Tahrir.
La Hermandad, origen del islamismo político contemporáneo árabe, reúne a reformadores en lo político aunque ultraconservadores en lo moral, y afronta las legislativas que se celebrarán el 28 de noviembre desde la posición aventajada que le otorga su amplia experiencia política, que le llevó a ganar un quinto de la Cámara de Representantes en las elecciones de 2005. Hoy el grupo ha formado un partido, Libertad y Justicia, y lidera una de las mayores coaliciones electorales que se presenta a los comicios, la Alianza Democrática, que competirá por más de la mitad de los escaños y de la que se espera que obtenga un tercio de la Cámara.
Los islamistas, sin embargo, llegan divididos a los comicios. La revolución ha propiciado la aparición de hasta cuatro partidos salafistas, radicales islámicos, que tienen poco apoyo entre la sociedad y que han formado su propia coalición tras agrias desavenencias con los Hermanos Musulmanes.
La Hermandad tiene su fuerza en los sectores más modestos de la sociedad y en las clases medias conservadoras, e hizo su primera demostración de fuerza en el referéndum para reformar la Constitución que tuvo lugar el pasado marzo. Abogaron por el sí y arrasaron, pero puede que su fuerza se haya atenuado desde entonces. Este mes han logrado un éxito menor del esperado en las elecciones de varios sindicatos profesionales, con gran peso en Egipto.