La campaña de la anécdota y el resbalón
La ausencia de debates entre los candidatos centra la atención en asuntos de segundo orden
MADRID.Actualizado:No perder en 15 días los cientos de miles de adhesiones ganadas, según las encuestas, en los dos últimos años. Este ha sido el objetivo principal del PP en esta eterna precampaña de 90 días y lo será, sin duda, en la recta final en la carrera por la Moncloa. Su estrategia ha colocado al PSOE en un situación compleja, como al boxeador que se afana en pelear contra el aire, pero además crea una dificultad a los ciudadanos ante la imposibilidad de confrontar propuestas.
En las dos semanas de mítines que ahora se abren solo habrá una oportunidad para romper esa inercia: el debate que mantendrán Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy en televisión el 7 de noviembre. Mientras, y pese a la intensa agenda del candidato socialista y su empeño en repetir machaconamente las líneas maestras de su programa -el PP no aprobará el suyo hasta mañana- la atención se la llevan las anécdotas y los resbalones.
Los ha habido en ambos lados. Aunque el líder de los populares tiene claro que hay que evitar lo que él considera «polémicas estériles», su formación ha dado algunos pasos en falso que han servido al equipo de Rubalcaba como munición electoral. El caso más reciente es el de Ana Mato, vicesecretaria de Organización y máxima responsable de la campaña electoral, que con su comentario sobre que «hay niños andaluces dando clases en el suelo» ha permitido a los socialistas andaluces desenterrar la idea de que la «derecha insulta a Andalucía».
Pero también fue sonado el desliz de Esteban González Pons, máximo resposable del área de comunicación del PP, sobre que su formación «aspiraba a crear 3,5 millones de puestos de trabajo». Obligó a la dirección a dejar claro que una victoria del 20 de noviembre no supondrá la creación de miles de puestos de trabajo al día siguiente, sino que Rajoy «necesitará tiempo».
El dirigente popular no tuvo tampoco su mejor día cuando dijo la semana pasada que ningún español era tan «idiota» como para querer que los socialistas continuaran en el Gobierno. No le quedó otra que acabar pidiendo disculpas.
Sin embargo, quizá quien más haya ayudado a afianzar el discurso del PSOE sea Esperanza Aguirre con sus dudas sobre si la educación «debe ser o no obligatoria y gratuita» en todos los niveles. De inmediato, los socialistas lo presentaron como prueba de que el PP tiene un «programa oculto» para «privatización» los servicios públicos o introducir el «copago».
Poco rédito
Hasta ahora, con todo, las encuestas no demuestran que los socialistas hayan conseguido rentabilizar los tropezones del contrario. Y, en sentido opuesto, para Rubalcaba han supuesto una pesada losa las últimas decisiones de un presidente del Gobierno que ha dejado de pensar en clave electoral y es capaz de ponerse a su partido por montera. Primero fue la reforma exprés de la Constitución, reclamada desde la UE, para fijar en la norma fundamental un límite al déficit del Estado. Y, luego, la conversión de Rota en base del escudo antimisiles de la OTAN.
Para una formación que vive obsesionada con movilizar al amplísimo número de antiguos votantes hoy indecisos, ambas medidas resultaron contraproducentes. Pero no todo quedó ahí. Tampoco el intento de ganarse su apoyo con recuperación del impuesto de patrimonio -aquí fue Zapatero quien dio su brazo a torcer- salió como esperaba el equipo electoral del PSOE.
Después de volver a ponerlo en marcha, la ministra de Economía, Elena Salgado, advirtió de que las autonomías, en su mayoría del PP, seguirán recibiendo, además, la compensación económica estipulada cuando el Ejecutivo decidió suprimir el gravamen. A perro flaco, todo son pulgas.