De marcha con los espectros
Brujas, vampiros y fantasmas invaden las calles en un Halloween cada vez más internacionalizado
MADRIDActualizado:¿A qué vienen tantas calabazas decoradas en forma de espectrales figuras en las tiendas? ¿Cuándo cambiaron los españoles su costumbre de acercarse a los cementerios para honrar a sus seres queridos ya fallecidos por la moda de disfrazarse de brujas, vampiros o fantasmas para recibir a los niños que se presentan en su puerta al grito de "truco o trato"? Cierto es que en España siguen poblándose los camposantos de gente que coloca flores en las tumbas de sus familiares, pero la mayoría son de mediana y avanzada edad. A los más jóvenes se les ha contagiado la fiebre americana por esta fiesta, inoculado el veneno fundamentalmente por medio de ese artilugio globalizador como pocos que es la televisión.
Es a través de la 'caja tonta' como Halloween se ha internacionalizado, hasta tal punto que ya no nos parece una fiesta típicamente americana, pero así es. Aunque lo correcto sería decir celta, pues fueron estos pueblos los que le dieron buena parte de sus sellos distintivos. Su calendario se dividía en dos mitades, la oscura y la clara. En la primera de ellas, la estación oscura, arrancaba el año nuevo celta, justo en la noche en la que se celebraba el final de la temporada de cosechas, la que iba del 31 de octubre al 1 de noviembre. En esas horas, creían, la línea divisoria entre el mundo de los vivos y el de los muertos se estrechaba, permitiendo que los espíritus la franqueasen. El hecho de utilizar máscaras sería así una forma de ahuyentar a los que tuviesen propósitos malignos.
A Estados Unidos, Halloween llegaría a mediados del siglo XIX gracias a las oleadas de inmigrantes irlandeses que se vieron obligados a abandonar su patria natal a causa de la tremenda hambruna que se había extendido por sus dominios. Ellos llevarían consigo la leyenda de Jack O’Lantern, un antiguo granjero condenado a vagar por la oscuridad existente entre el bien y el mal pertrechado con un carbón encendido oculto en un nabo ahuecado para poder orientarse. Las calabazas eran más grandes y fáciles de ahuecar, por lo que decidieron cambiarlas por los nabos que hasta entonces habían empleado.
Una noche de terror
Decorar las calabazas es desde entonces una tradición vigente en todas las ciudades y pueblos de Estados Unidos. Como la de que los niños se vistan de fantasmas, brujas o demonios y recorran las calles parando en las casas planteando a sus ocupantes la opción de elegir "truco" o "trato". Las golosinas son la recompensa más común. Para quienes se muestren remisos, el abanico de opciones es notable, desde lanzar huevos contra la puerta hasta arrojar espuma.
Unas opciones vistas en innumerables películas y series de televisión. ¿Quién no recuerda a Elliott llevando a E.T. en su bici con el fin de que éste pueda ponerse en contacto con quienes debieron dejarle en un lugar tan inhóspito para él como la Tierra? Lo hacía en pleno Halloween. Claro que esa es la opción amable. Los que gustan de emociones más truculentas tienen a su disposición un catálogo casi infinito, desde 'El exorcista' (William Friedkin, 1973) hasta 'La noche de Halloween' (John Carpenter, 1978), pasando por las innumerables entregas de 'Saw' o 'Sé lo que hicisteis el último verano' (Jim Gillespie, 1997).
Otra posibilidad es quedarse en casa con un buen libro. Pero en ese caso es obligado acudir a maestros del terror actual como Stephen King o Anne Rice, o a ilustres clásicos como H.P. Lovecraft o Edgar Allan Poe. Y para rematar la jugada, escuchar los temas de cantantes acostumbrados a transitar por el lado oscuro como Marilyn Manson.
Lo importante es divertirse, algo que, por mucho que a algunos siga extrañándoles, también es posible después de pasar un miedo atroz.