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Editorial

Contener la euforia

Urge profundizar cuanto antes en las reformas empezadas y sanear la gestión pública

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A la vista de los resultados completos de la cumbre del euro, que terminó a altas horas de la madrugada de ayer, y de las reacciones suscitadas en las bolsas, permiten considerar las decisiones adoptadas por la UE como positivas. Sin embargo, nadie puede asegurar que se han atajado definitivamente los problemas. La buena notica es que la canciller alemana, después de muchas vacilaciones, ha hecho una apuesta decidida y europeísta por salvar la moneda única. De este modo se ha anunciado la ampliación del fondo de rescate, se ha decidido la recapitalización de los bancos, se ha avanzado en el segundo plan de rescate a Grecia y se ha pactado una quita de su deuda en torno al 50%, con la idea de hacer que la suspensión de pagos sea a través de un aterrizaje suave. La persistente mala noticia es que el Consejo Europeo, que tuvo dos partes, domingo y miércoles, no ha concretado del todo sus propuestas. Algunas de ellas podrían quedarse en buenas intenciones o llegar demasiado tarde si no se aplican enseguida, por delante de las demandas y las percepciones de los mercados, como ocurrió tras la cumbre de julio. La institución más eficaz por ahora en el tratamiento de la crisis, el Banco Central Europeo, ha sido postergado en nombre de su sacrosanto deber exclusivo de contener la inflación a largo plazo. Además, las reformas nacionales pendientes son igual de importantes que las medidas europeas esbozadas y hay serias dudas sobre si la Italia que asiste a la agonía política de Silvio Berlusconi será capaz de introducir los cambios necesarios en su economía para recuperar la confianza internacional. Por ahora las bolsas han reaccionado de forma positiva a los resultados de la cumbre del euro. No caben sin embargo triunfalismos ni lanzar las campanas al vuelo. La doble crisis de deuda y de los bancos no se resolverá sin crecimiento económico y más de la mitad de la Unión Europea no tiene una estrategia clara ni medios para reactivar sus economías. España ha pasado a ser un problema europeo menor que Italia, pero hace falta cuanto antes profundizar en las reformas empezadas y lanzar una clara señal que la gestión pública vuelve por la senda de la seriedad y la coherencia.