Los islamistas se preparan para gobernar en Libia
El grupo, originario de Egipto, trabaja ya para formar un partido basado en el modelo de Ennahda en Túnez y en la Turquía de Erdogan Los Hermanos Musulmanes abandonan la clandestinidad, la cárcel y el exilio
TRÍPOLI. Actualizado: GuardarLos movimientos islamistas libios empiezan a perder el miedo después de cuatro décadas de clandestinidad y persecución. El régimen fue implacable con ellos, al igual que con el resto de partidos políticos prohibidos por Muamar el Gadafi. Miles de personas acabaron entre rejas sin juicio previo y otros optaron por el exilio, desde donde regresan ahora a la Libia liberada. La caída de Gadafi les ha abierto las puertas de la vida pública, a la que regresan con la intención de orientar los pasos de un nuevo Estado cuya fuente única de jurisprudencia será la sharia (ley islámica), según anunció el presidente del Consejo Nacional Transitorio (CNT), Mustafá Abdul Jalil, en el transcurso de la Declaración de la Victoria.
El proceso de transición política es imparable, aunque las autoridades insisten en la necesidad de capturar a Saif al-Islam, hijo del dictador, para culminar el proceso. El CNT informó precisamente de que Saif, único descendiente de Gadafi que continúa en Libia, y su exjefe de Inteligencia, Abdulá al-Senussi, propusieron su entrega al Tribunal Penal Internacional (TPI) en La Haya, extremo que fue negado más tarde por el TPI. Fue Saif quien en 2006 puso en marcha una política de amnistía a presos islamistas que culminó en 2010 con la puesta en libertad de miles de personas, un gesto que no le valió sin embargo para ganarse la confianza de este sector de la población.
Osama Ezanculi probó la cárcel y el exilio. Tras pasar cinco años en la prisión de Abu Salim sin conocer qué delito había cometido, fue puesto en libertad. Cogió un avión y voló al Reino Unido, donde ha permanecido los últimos cuatro años. Ahora es el líder de la Brigada Tarhuna, una de las muchas integradas exclusivamente por salafistas que operan en el país. Sesenta jóvenes han peleado juntos los últimos meses y siguen uniformados «hasta que la situación se estabilice».
Los grupos salafistas -corriente puritana que aboga por un regreso a los orígenes del islam, a una imitación de la vida de los primeros musulmanes en La Meca y Medina en el siglo VII, cuando Mahoma acababa de lanzar su doctrina- están logrando captar a muchos jóvenes que tras años de represión quieren vivir de la forma más islámica posible.
«Buenos musulmanes»
«Recibimos solicitudes de ingreso cada día, pero somos cuidadosos con la gente que seleccionamos. Aquí la prioridad es ser buenos musulmanes», señala Osama en un inglés perfecto. Respecto a los cambios necesarios en la sociedad libia para devolverla al camino del islam, este joven de 24 años piensa que «no es momento de imponer nada, la gente tiene fe y poco a poco irá entrando en la senda correcta. Con las mujeres, por ejemplo, pensamos que el uso del hiyab debe ser obligatorio como marca el Corán, pero la obligación debe partir de cada casa, de cada padre y marido, no de las instituciones».
«La única diferencia entre los salafistas y los Hermanos Musulmanes es que los primeros no se meten en política», piensa el sheikh Mohamed Tabeth, que se declara «salafista moderado» y que acusa a los Hermanos de «desviarse del islam verdadero para llegar al poder».
El grupo nacido en Egipto a finales de los años veinte lleva operando en la clandestinidad en Libia desde 1967, pero ahora sus integrantes han salido del anonimato y se han puesto manos a la obra con el objetivo de formar un partido político que siga los pasos del Ennahda tunecino, el otro modelo a seguir es la Turquía de Tayyip Erdogan. «En un mes celebraremos una asamblea todos los miembros y decidiremos el nombre del nuevo partido y sus líderes, nuestra aspiración es gobernar Libia y sabemos que si se celebran unas elecciones libres el pueblo votará a favor de un modelo islámico», apunta Abdul Majid Aburweim recién llegado de Estados Unidos, donde ha pasado gran parte de su vida como exiliado del régimen, y que defina al grupo como «islam de centro, alejado de los extremistas». La presión de los servicios secretos le obligó a huir en 1995, otros compañeros no tuvieron la misma suerte y fueron condenados a muerte o, en el mejor de los casos, a cadena perpetua por su vinculación a los Hermanos.
El grupo es especialmente fuerte en el este del país, donde están activos a través de organizaciones de caridad como Al Wafaa desde el estallido de la revolución. Aburweim eleva a mil el número de miembros activos que están poniendo en marcha la maquinaria política del grupo en Libia, la mayor parte llegados del extranjero y con titulaciones superiores.
«Nuestras patrias no son Libia, Egipto o Túnez, nuestra patria es el islam, y en el exilio nos hemos conocido todos los hermanos que ahora estamos moviendo los hilos del cambio político, estamos ante un cambio de modelo, ante el nacimiento de un nuevo islam político», afirma este ingeniero que combina su trabajo político con la docencia en la Universidad.