Sociedad

MAR DE FONDO

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El fondo de rescate ha tocado fondo y la estricta gobernante señora Merkel, después de hacer números, propone que muchos países europeos los hagan de circo. El equilibrio es difícil, ya que no se puede caer en la red de los bancos, pero hoy habrá votación en la cumbre europea y en Berlín y sabremos a qué atenernos. Como siempre, ya lo sabemos: habrá que atenerse a las consecuencias.

Los pobres damos en creer milagrerías, que ya dijo el admirable converso Chesterton que lo más curioso de los milagros es que ocurren. Este que esperamos consistirá en encontrar el billón, con be de barbaridad, que necesita el fondo de rescate para el salvamento de náufragos. Solo quienes son capaces de escribir esa cifra están en disposición de señalar hasta dónde han llegado las aguas, por más que sigamos creyendo en que Jesús de Nazaret anduvo sobre el mar. Necesitamos algún hecho, tan insólito como inverosímil, para creer en que nuestra recuperación económica es posible. ¿A quién acudir, una vez fallecida la fundadora de las Siervas de San José, Bonifacia Rodríguez, que acaba de ser canonizada por el papa Ratzinger? Esta buenísima persona sí que sabe de milagros, aunque sean a largo plazo. Su acceso a las celestes localidades se debe a la inesperada curación de un congoleño joven que sufría una peritonitis con fístula abierta. Le pidieron que sanara a la madre Bonifacia y se levantó de la cama con gran apetito. Estaba curado. Fue mano de santa.

Cosas así se persuaden no solo a las personas de poca fe, sino a las de ninguna. Lo malo es cuando los milagros tienen precio y aquí el rescate está valorado en un billón de euros. El agua nos llega al cuello, por donde nos es tan dificultoso tragarnos algunas cosas increíbles que nos cuentan los más respetados hechiceros. Se aguarda un milagro, que siempre es cosa del otro jueves, pero la decisión sobre el rescate se votará hoy miércoles. La eternidad tiene mucho tiempo libre.