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Frío en la cumbre

Manuel Alcántara
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Los líderes de la UE saben que hay soluciones, pero no saben dónde están. La cúspide europea es un lugar desapacible donde lo único caliente es la tensión entre los países del euro y sus socios. ¿Por qué hemos elegido a estos representantes? La respuesta es sencilla: porqué no se presentaban otros. Hay que escoger entre lo que se tiene, aunque no hayan sido elegidos más que por su ambición personal cuando está coronada por el éxito. Cristina Fernández de Kirchner, que era guapa hasta que insistió en querer seguir siéndolo, está triunfando en las elecciones presidenciales argentinas. Según los sondeos, que a veces no tocan fondo, se espera que obtenga un triunfo aplastante. `Cuidado! Las victorias no deben apabullar al vencido. Entre otras cosas impiden la magnanimidad del que ha ganado y algo sabemos en España de eso. Está claro que su cotización se debe al auge de la economía, que sorprendentemente ha emergido. Okey corralito. Ojalá nos pasara lo mismo a nosotros y no tuviésemos que ponernos bufandas en la cumbre. El éxito evita el resentimiento, pero no lo cura todo, ya que hay cosas que no tienen remedito en botica, donde es mentira que haya todo. Nuestro saco estaba roto y todavía hay gente que lo sigue llenando. «Moral y luces» siguen siendo nuestro problema. El mando debe ser «un anexo de la ejemplaridad» y escasean los ejemplos. ¿Qué pueden pensar los cinco millones, más o menos, de parados cuando se enteren de que un juez está investigando el desvío de dinero público de una sociedad del llamado Iñaki Urdangarín, compartida con la infanta Cristina? No nos puede sorprender que los líderes no se entiendan en las alturas. El guirigay llega también a las faldas de la montaña. No sólo tiene la culpa la crisis del euro, sino la de decencia y el pueblo español, que tiene acreditado su aguante hasta que explota, está harto. No es nuevo. Quevedo decía que estaba «ahíto de España». También en la llanura se puede sentir el frío de la cumbre.