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LOS POLÍTICOS TAMBIÉN LLORAN

MANUEL ALCÁNTARA
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A falta de otros dones, quienes intentan organizar la dificultosa convivencia española han demostrado que tienen «el don de lágrimas». No deben avergonzarse, sino enorgullecerse. A Rubalcaba se le saltaron cuando abrazó a Rodolfo Ares y a Patxi López se le quedó insuficiente el pañuelo. Quizá el llanto masculino, más o menos moderado, deba su mala prensa al tango ese que dice que «un hombre macho no debe llorar». ¿Por qué? No tiene nada que ver una cosa con otra. Nada menos que Aristóteles, que no era un feminista convencido, dijo que los animales no lloran nunca, las mujeres siempre y los hombres, algunas veces. El Cid Campeador se mojó la barba al ver los huertos floridos de Valencia a pesar de ser un héroe alternativo que le echaba mucho valor a sus empresas, cabalgando entre «polvo, sudor y hierro».

Es emocionante ver cómo se emocionan nuestros políticos. Son de alegría sus lágrimas y no hay que ocultarlas. «Salid, sin duelo, lágrimas corriendo», dijo Garcilaso, pero hay que juntarlas en el rebosante pantano de nuestra Historia con el caudal vertido por las víctimas inocentes. A pesar de todas las legítimas incredulidades y del adiós a las armas, pero quedándose con ellas y con las municiones, el final de ETA no sólo es una gran noticia, sino la mejor. La que han esperado todos los españoles de bien y se la han creído algunos cuando nos decían que «la banda ha sido desmantelada». Ahora parece que va de veras. Las inevitables dudas no deben impedir el contento. Se emprende un buen camino, quizá con muchos vericuetos que aún no conocemos (más de la mitad de los españoles no cree en el cese definitivo del terrorismo) pero hay que alegrarse. El mérito es, según las encuestas, de los dos grandes partidos. ¿Qué pueden hacer las víctimas? ¿Sumarse a la general satisfacción? ¿Llorar más que antes? ¿Sentirse complacidos por el nuevo rumbo? Cualquier cosa, menos leer un cartel donde los expertos en tirotear las nucas hayan escrito eso de 'Perdón por las molestias'.