CFK, la última mutación peronista
La presidenta argentina apunta a una victoria histórica en los comicios de este domingo
MADRIDActualizado:Con toda probabilidad, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) logrará este domingo una rotunda victoria en las elecciones presidenciales. Y lo hará al frente de la última mutación del peronismo: el kirchnerismo, ya casi transformado a su vez en cristinismo. La enésima constatación del carácter camaleónico del movimiento que fundó el mítico general a mediados de los años cuarenta. Desde su origen militar y muy ligado a la nueva clase obrera que afluía del campo a la ciudad, el peronismo ha dado cauce a tantas ideologías y a tantas banderías, en muchos casos contradictorias e incluso diametralmente opuestas y enemigas a muerte, que ya nadie sabe cómo definirlo.
En un país tan aficionado al autoanálisis y a la psicología, los intentos por describir y explicar la quintaesencia del peronismo han sido tantos y tan variopintos que el periodista y escritor argentino Martín Caparrós ha llegado a decir que el abuso léxico ha terminado por vaciarle de significado: “Si una palabra significa demasiadas cosas, esa palabra no funciona y tiende a desaparecer (…) Porque seguir diciendo peronismo es una forma de someterse a la voluntad de los que medran con esa confusión: de los que consiguen más poder gracias a ella”.
Batallas internas
El llamado kirchnerismo que prolonga Cristina Fernández sigue la tradicional pauta peronista de englobar a progresistas, conservadores y mediopensionistas. Todos caben bajo el benéfico y cálido manto del poder. Y en la intemperie de la oposición también hay dos peronistas, críticos y mal avenidos, que concurren en las presidenciales y que aspiran a la mejor posición posible tras CFK: el incombustible Eduardo Duhalde y el actual gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saá.
Otra paradoja de estas batallas enrevesadas se da en la provincia de Buenos Aires, la más poblada de Argentina con más de quince millones de habitantes, donde se enfrentarán un kirchnerista conservador, el actual gobernador Daniel Scioli, y Martín Sabbatella, un kirchnerista progresista, pero no peronista. Estas diferencias entre progresistas y conservadores están presentes también en mayor o menor medida entre los gobernadores de las 15 provincias fieles a la presidenta, de un total de 23.
De confirmarse las encuestas, todos lo que se han atrevido a saltar al ruedo y retar a Cristina Fernández serán víctimas de una victoria arrolladora de la presidenta en primera vuelta con más del 50% de los votos y con una diferencia sobre su inmediato seguidor de 38 puntos. Va a ser una especie de pelea de enanos con la única aspiración de no ser sepultados políticamente.
Pelea por el segundo puesto
Por un distanciado segundo puesto y un magro resultado que apenas aspira a sobrepasar el 20% se pelearán los dos peronistas críticos, el candidato radical, Ricardo Alfonsín, hijo del expresidente de igual apellido, y el socialista Hermes Binner. Entre estos dos últimos parece estar en juego ese segundo puesto de consolación. Binner supone quizás el elemento más innovador de estas aburridas elecciones aunque adolezca de una mermada proyección de futuro al contar con 68 años.
A favor de la presidenta juega el haber logrado para Argentina el mayor crecimiento económico de Iberoamérica --entre el 7 y el 9% anual en estos últimos cuatro años--, y la opinión mayoritaria --un 52%, según la consultora Poliarquía-- de que CFK ha hecho un buen trabajo. Sin embargo, en el horizonte despuntan ya negros nubarrones que la mandataria deberá afrontar. Las consultoras privadas apuntan como el gran peligro a una inflación prevista en torno al 20 ó 25%, que ya ha frenado las inversiones y ha alentado la fuga de capitales. En el debe de la presidenta se señala también un índice de pobreza que no ha mejorado sustancialmente pese a las buenas cifras macroeconómicas y las numerosas subvenciones emanadas desde el Estado. Instituciones privadas lo cifran en torno al 22% de la población urbana frente al Gobierno que lo reduce a un 13%. Sus éxitos económicos tampoco han ocultado unos tics autoritarios y demagógicos que le han llevado a un enfrentamiento brutal con los grandes grupos de comunicación argentinos.
Pese a estos claroscuros, este domingo, aquella apenada viuda que conmovió al país hace ahora casi un año, tiene a su alcance un triunfo histórico. Ese 27 de octubre de 2010, muchos analistas precipitados la dieron también por muerta políticamente, sin la presencia de Néstor Kirchner, su marido y supremo hacedor en las bambalinas del poder. Cuando concluya su segundo mandato, a finales de 2015, el kirchnerismo-cristinismo habrá gobernado durante doce años y medio seguidos, dos años más que Carlos Menem y tres más que Perón, los únicos que revalidaron mandato. Cuando llegue esa fecha volveremos a comprobar si se mantiene el mito de que ‘solo el peronismo puede gobernar Argentina’, pero ¿qué peronismo?