TÍMIDO

No somos nada y menos en calzoncillos», decía un refrán. Hasta que llegó Giorgio Armani y lo desmontó con sus famosos gayumbos. Ahora, los hombres que ya de por sí son algo o alguien (Nadal, Beckham...) representan mucho más en calzoncillos. Se crecen, por decirlo de algún modo. Claro que hay calzoncillos y calzoncillos. Y los de Armani son de estos últimos. Tienen diseño, tecnología punta (stricto sensu), sientan como un guante y hasta los creo capaces de medir el FIB (índice de Felicidad Interior Bruta, término con el que se mide la prosperidad en el reino de Bután). Y ahí es donde no sé si nuestro tenista dará una nota muy alta, porque si hay alguien en perpetua guerra con su calzoncillo ése es Rafael Nadal. Ahora acaba de sorprendernos con un striptease en el último anuncio de Armani. Él, con lo cortadísimo que es; un timidorro (salvo en la pista, donde le sale la fiera) que hasta cuando sonríe parece estar pidiendo permiso. Pero es lo que tiene la fama. Por mucho que triunfes como tenista no vas a convencer a tu público de que lo tuyo es la raqueta y solo la raqueta. Porque tu público, maleado de tanto ver programas como El Hormiguero, siempre te va a pedir más: que le cantes, que le bailes, que le cuentes chistes, le frías un huevo y le poses como un consumado actor o incluso (por pedir que no quede) una 'porno star'. Y ahí anda Nadal haciendo el hombre lo que puede (a cambio de un montante, todo hay que decirlo, por el que cualquiera estaríamos dispuestos a hacer veinte veces el ridículo). Para no defraudar a sus fans se tuvo que 'revolcar' con Shakira. Aquello arrojó unos índices de inexpresividad superiores a los de Victor Mature y Arnold Schwarzenegger juntos, pero al menos lo intentó. Ahora se desnuda mientras corre por un parking subterráneo. Es un despelote supersónico, casi de cine mudo. Una velocidad tal vez directamente proporcional a su grado de timidez. Luego, en la vida real, es de esperar que el chico se lo tome con más calma. Lo de quitarse la ropa... Y lo que venga después.