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El escritor Javier Moro, ayer, en Barcelona, antes de comparecer ante los medios. :: ALBERT OLIVÉ / EFE
Sociedad

«Me harté de escribir de personajes vivos»

Javier Moro Ganador del Premio Planeta«Mitad don Juan mitad Quijote, Pedro I fue un amante de la libertad que cambió la historia», afirma el autor de 'El imperio eres tú'

MIGUEL LORENCI
BARCELONA.Actualizado:

Cuatro años ha estado metido en la piel de Pedro I, primer emperador de Brasil, forjador de su independencia y presunto padre de un centenar de hijos. Javier Moro (Madrid, 1955) salta con 'El imperio eres tú', la novela que le ha dado el Planeta, de su amada India al apasionado Brasil, que irrumpió en la historia gracias a un personaje «contradictorio, fascinante y quijotesco». Los problemas que le acarreó 'El sari rojo', su libro sobre Sonia Gandhi, le invitaron a cambiar de registro y a viajar casi dos siglos en la historia. «Me harté de escribir de personajes vivos y de follones», ironiza este fabricante de 'best sellers' que colocó más de un millón de ejemplares de 'Pasión India', la historia de la bailarina española que se casó con el marajá de Kapurthala.

-De Sonia Gandhi y Anita Delgado a Pedro I de Brasil...

-Todo un reto. Quería acercarme a la psique masculina con un personaje difícil y complicado como este emperador mujeriego y quijotesco. Un monarca pintoresco, al lado de la libertad en un tiempo de monarquías absolutas. Amante fogoso, gran padre y marido terrible al que se le adjudican 120 hijos, solo una docena reconocidos. Mitad don Juan, mitad Quijote, le interesaba la gloria más que el poder. Llevó la capital del impero lusitano de Lisboa a Río, murió joven y cambió la historia.

-De India a Brasil, cambia también de continente y sensibilidad.

-Sí y no. Se ambienta en el antiguo Río de Janeiro, que era muy oriental. Los portugueses andaban entonces por Macao, Goa y la India, y el influjo de esos lugares era muy fuerte. Hay cierta conexión con el 'Sari rojo' y 'Pasión India'. Mi primer libro, 'Senderos de libertad', está además ambientado en Brasil, donde viví en los ochenta.

-Sus libros 'indios' atraen más lectoras que lectores. ¿Y éste?

-No lo sé. Es verdad que aquellos tuvieron más lectoras. Veremos qué pasa. Aquí hay dos grandes historias de amor auténticas y muy jugosas, con la esposa y con la amante, por la que Pedro I perdió la cabeza. Hizo sufrir de una manera bestial a Leopoldina de Austria, esposa recta, culta, de educación teutona. La amante, Domitila de Castro, era todo lo contrario; una brasileña sensual, suave, dulce, guapa, de piel canela...

-¿Qué impulsó el cambio?

-Tras 'El sari rojo' Sonia Gandhi me lanzó su batería de abogados, se quejó por todo y me buscó las cosquillas. Fue un tremendo follón. Quedó en nada, pero me harté de escribir sobre personajes vivos que siempre cuestionarán lo que escribas sobre ellos, ya que diferirá de la idea que tienen de sí mismos. Con Pedro I no tendría ese problema. Escribiré, me dije, de gente muerta y con sus abogados también muertos desde hace muchos años.

-¿Es una novela histórica?

-No. Es historia novelada, que es muy distinto. Doy vida a esos rostros de piedra que nos muestra la historia y trabajo con hechos reales. Unos personajes apasionantes y mal conocidos que retratan, más que un país, toda una época. Pedro I, hijo de una reina española, con 23 años logra la independencia de Brasil y mantiene la unidad de un país fascinante y gigantesco. Tenía un insólito talento. Trato de humanizarlo, mostrar sus contradicciones interpretando su pensamiento sin dejar de ser fiel a la historia.

-¿Por qué cambió el título de rey por el de emperador?

-Fue emperador por aclamación popular. Sonaba bien y era adecuado para un país enorme como Brasil. Admiraba a Napoleón, así que le vino como anillo al dedo. Es el único rey europeo que se desplaza de la metrópoli a la colonia con todas las consecuencias. Lo suyo fue milagroso, era un ser caótico, incomprendido e imperfecto, con todo en contra, genial y patoso, pero que entiende por dónde sopla el viento de la historia. Un ser autoritario que amaba la libertad, empeñado en compartir el poder con el parlamento y el pueblo. Toda una contradicción andante que fascina. Casi olvidado, ha sido alternativamente ensalzado y vilipendiado, retratado como un borracho pendenciero, inútil y mujeriego o como un gran héroe. He querido situarle en su justo término.

-¿Por qué era quijotesco?

-Murió tres semanas antes de cumplir 36 años en la misma cama y habitación del palacio de Queluz en la que nació. Era la de su madre, hija de Carlos IV, y estaba decorada con escenas de 'El Quijote'. Creció viendo y soñando esos pasajes y con criadas españolas que le hablaban del caballero de la triste figura. Toda su vida tuvo algo de Quijote y deshacía entuertos como Alonso Quijano.

-Lectores, libertad, dinero. ¿Qué aprecia más del Planeta?

-Por fortuna, mis libros llegan a muchos lectores y me han permitido hacer lo que quiero. Aun así, el Planeta es un gran paso en ese camino de libertad. No es la lotería. Es una cantidad apreciable -601.000 euros-, pero yo tardo mucho en escribir, dedico cuatro años como poco a cada libro.

-¿Qué le hizo escritor?

-La vida. No sé hacer otras cosa... Bueno, cocinar, pero mal. Nunca me he arrepentido. Escribir me da grandes satisfacciones. Se trabaja mucho y te absorbe hasta separarte de tu familia. Este libro a lo mejor me cuesta el matrimonio. La cabeza no para. Durante meses no estás, te ausentas literalmente, y eso tiene un coste. No desconectas hasta que acabas la historia.