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Javier Moro: «Me harté de escribir de personajes vivos»

"Mitad don Juan mitad Quijote, Pedro I fue un amante de la libertad que cambió la historia", dice del protagonista de 'El imperio eres tú'

BARCELONA Actualizado: Guardar
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Cuatro años ha estado metido en la piel de Pedro I, primer emperador de Brasil, forjador de su independencia y presunto padre de más de un centenar de hijos. Javier Moro, (Madrid, 1955) salta con 'El imperio eres tú', la novela que le ha dado el Planeta, de su amada India al apasionado Brasil que irrumpió en la historia gracias a un personaje "contradictorio, fascinante y quijotesco".

Los problemas que le acarreó 'El sari rojo', su libro sobre Sonia Gandhi, le invitaron a cambiar de registro y a viajar casi dos siglos en la historia. "Me harté de escribir de personajes vivos y de follones" ironiza este fabricante de 'best sellers' que colocó un millón largo de ejemplares de 'Pasión India', la historia de la bailarina española que se casó con el marajá de Kapurthala.

- De Sonia Gandhi y Anita Delgado a Pedro I de Brasil. Menudo cambio.

Todo un reto. Quería acercarme a la psique masculina con un personaje difícil y complicado como este emperador mujeriego y quijotesco. Un monarca pintoresco, al lado de la libertad en un tiempo de monarquías absolutas. Un amante fogoso, un gran padre y un marido terrible al que se la adjudican 120 hijos, solo una docena reconocidos. Mitad don Juan, mitad Quijote, le interesaba la gloria más que el poder. Llevó la capital del impero lusitano de Lisboa a Río, murió joven y cambió la historia.

- De India a Brasil, cambia también de continente y sensibilidad.

Sí y no. Se ambienta en el antiguo Río de Janeiro, que era muy oriental. Los portugueses andaban entonces por Macao, Goa, y la India, y el influjo de esos lugares era muy fuerte. Hay cierta conexión con el 'Sari rojo' y 'Pasión India'. Mi primer libro, 'Senderos de libertad', está además ambientado en Brasil, donde viví en los ochenta. He vuelto ahora. Aprendí 'portunhol' y recorrí el país durante dos años para escribir la novela.

- Sus libros 'indios' atraen más lectoras que lectores ¿Este?

No lo sé. Es vedad que aquellos tuvieron más lectoras. Veremos qué pasa. Aquí hay dos grandes historias de amor auténticas y muy jugosas, con la esposa y con la amante, por la que Pedro I perdió la cabeza. Hizo sufrir de una manera bestial a Leopoldina de Austria, esposa recta, culta, de educación teutona, coleccionaba minerales y mariposas. La amante, Domitila de Castro, era todo lo contrario; una brasileña sensual, suave, dulce, guapa, de piel canela...

- ¿Qué impulsó el cambio de registro?

Tras 'El sari rojo' Sonia Gandhi me lanzó su batería de abogados, se quejó por todo y me buscó las cosquillas. Fue un tremendo follón. Quedó en nada, pero me harté de escribir sobre personajes vivos que siempre cuestionarán lo que escribas sobre ellos, ya que diferirá de la idea que tienen de sí mismos. Con Pedro I no tendría ese problema. Escribiré, me dije, de gente muerta y con sus abogados también muertos desde hace muchos años.

- ¿Es una novela histórica?

No. Es historia novelada, que es muy distinto. Doy vida a esos rostros de piedra que nos muestra la historia y trabajo con hechos reales. Unos personajes apasionantes y mal conocidos que retratan, más que un país, toda una época. Pedro I, hijo de una reina española, con 23 años logra la independencia de Brasil y mantiene la unidad de un país fascinante y gigantesco. Tenía un insólito talento. Trato de humanizarlo, mostrar sus contradicciones interpretando su pensamiento sin dejar de ser fiel a la historia.

Milagroso

- ¿Por qué cambió el título de rey a emperador?

Fue emperador por aclamación popular. Sonaba bien y era adecuado para un país enorme como Brasil. Admiraba a Napoleón, así que le vino como anillo al dedo. Es el único rey europeo que se desplaza de la metrópoli a la colonia con todas las consecuencias. Lo suyo fue milagroso, era un ser caótico, incomprendido e imperfecto, con todo en contra, genial y patoso, pero que entiende por dónde sopla el viento de la historia. Un ser autoritario que amaba la libertad, empeñado en compartir el poder con el parlamento y el pueblo. Toda una contradicción andante que fascina. Casi olvidado, ha sido alternativamente ensalzado y vilipendiado, retratado como un borracho pendenciero, inútil y mujeriego o como un gran héroe. He querido situarle en su justo término medio.

- ¿Fue tan apasionado en lo humano como en lo político?

Sin duda. Hoy le diagnosticarían hiperactividad. Epiléptico, sin modales, con poca educación, tenía una intuición certera, un finísimo olfato político y una gran audacia. Algo insólito si miramos a su familia. Su padre era muy celoso de su autoridad. Su madre, la española Carlota Joaquina de Borbón, amargó la vida a su marido y lo envenenó. Quería ser reina de Portugal, Argentina o Guinea; no se conformó con ser reina consorte y despreciaba Portugal.

- Quijotesco, ¿por qué?

Murió tres semanas antes de cumplir 36 años en la misa cama y habitación del palacio de Queluz en la que nació. Era la de su madre, hija de Carlos IV, y estaba decorada con escenas de 'El Quijote'. Creció viendo y soñando esos pasajes y con criadas españolas que le hablaban del caballero de la triste figura. Toda su vida tuvo algo de Quijote y deshacía entuertos como Alonso Quijano.

- Lectores, libertad, dinero ¿Qué aprecia más de los dones del Planeta?

Por fortuna, mis libros llegan a muchos lectores y me han permitido hacer lo que quiero. Aun así, el Planeta es un gran paso en ese camino de libertad. No es la lotería. Es una cantidad apreciable -601.000 euros-, pero yo tardo mucho en escribir, dedico cuatro años como poco a cada libro. Tengo una familia que sostener y unos impuestos que pagar...

- ¿Esta novela encierra una película?

Una serie de televisión, seguro. Es una historia larga e intensa.

- ¿Qué inquieta a Javier Moro del tiempo que vivimos?

Me preocupa una posible salida del euro, volver a la peseta y las devaluaciones. Ojalá que no ocurra. Para alguien que no entiende de números y finanzas como yo sería todavía más duro. Me inquieta que nuestros hijos vayan a vivir, quizá, peor que nosotros. Y eso que soy optimista y creo que, globalmente, vamos a mejor. Somos un poco derrotistas. Pasamos de la euforia y del deliro del ladrillo a arrastrarnos y sentirnos un absoluto y desastre. Ni lo uno ni lo otro.

- ¿Le hizo escritor la voluntad o la vida?

La vida. No sé hacer otras cosa... bueno cocinar pero mal. Nunca me he arrepentido. Escribir me da grandes satisfacciones. Se trabaja mucho y te absorbe hasta separarte de tu familia. Este libro a lo mejor me cuesta el matrimonio. La cabeza no para. Durante meses no estás, te ausentas literalmente, y eso tiene un coste. No desconectas hasta que acabas la historia.

- ¿Qué le gustaría que le pasará al lector de 'El imperio eres tú'?

Que disfrute. Que aprenda, como yo aprendí, de unos seres tan increíbles como desconocidos y de un país y una cultura que tenemos al lado y al que los españoles hemos dado la espalda.