EL RAYO VERDE

DESAFÍO UCA

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La Universidad de Cádiz se enfrenta esta semana a su particular «momento olimpiadas»: la presentación de la candidatura para lograr el Campus de Excelencia del Mar. Mañana lunes hay un acto de apoyo masivo en la Facultad de Filosofía y el jueves será la gran evaluación, ante un tribunal internacional, en Madrid. Razones para obtenerlo hay muchas. Me las avala Manolo Catalán, el prestigioso científico, almirante, profesor de la UCA: «Está por una parte la Historia, ya que la investigación marina en España nace con la Compañía de Guardia Marinas a principios del XVIII, bajo las iniciativas de Patiño y del Marqués de la Ensenada y en esa época se crea la Escuela de Cirujanos de la Armada en Cádiz y poco después el Observatorio y la hidrografía moderna con Tofiño. Además, Cádiz está situado en un lugar privilegiado para los estudios de Ciencias del Mar, abierto al Atlántico y en la bocana del Estrecho. Por otra parte en las marismas han desarrollado aspectos de cultivos marinos , fundamentalmente acuicultura...»

Hay más motivos, como el amplio número de titulaciones que se imparten y, sobre todo, está el «estado de necesidad»: en el nuevo modelo acuñado en Bolonia, las universidades han de especializarse. También deberán fusionarse, una última hora que abre nuevos interrogantes. Bolonia manda, aunque tiene detractores. De hecho se corre el riesgo de que, al centrarse en determinados conocimientos se abandonen otros. Por lo que sé, algo así está en el origen de los disturbios en Chile: la reforma educativa de Pinochet, a comienzos de los 80, decidió vincular los centros a su entorno. En pocos años, los del sur mapuche y los del norte salitrero, deprimidos, habían cerrado por falta de financiación y por lo fragmentario de la propuesta. Se abrieron centros privados, de modo que ya la educación dejó de ser un derecho y se convirtió en mercancía. Las humanidades y los estudios sociales, por supuesto, fueron los primeros en desaparecer. «Si en la Universidad de Leipzig hubieran pensado así, ahora no existiría la filosofía clásica alemana: habrían estado formando guardas forestales», me dice un experto consultado. Pero, en fin, es lo que hay.

Así que aquí también puede haber argumentos para gestionar el posible fracaso, algo que temen mucho - sotto vocce- en la Universidad gaditana, conscientes de que ganar será muy difícil, por mucho que la razón les asista: hay dinero en juego, abundante, y las grandes universidades van a ir a muerte por su pedazo de pastel, como ya ha pasado en otras ocasiones. Eduardo González Mazo, el nuevo rector, echa el resto en el proyecto de su antecesor, Diego Sales, es de esperar que con pleno apoyo de la Consejería de Innovación de la Junta y de todas las instituciones. Para Cádiz sin duda, es del máximo interés, porque dará ( y usemos el futuro en vez del condicional, como signo de confianza) un impulso potente a la institución, a la investigación, a la tecnología y, por lo tanto, al futuro y al empleo. Tiene que salir bien. A por todas y mucha suerte.