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ANDALUCÍA

Una semana de silencio

No hay indicios para acusarle, pero las contradicciones del padre de los pequeños le sitúan en el centro de las pesquisasEl caso de los niños de Córdoba se ha convertido ya en uno de los más complejos de los últimos años, bajo el cartel aún de 'desaparición inquietante'

CRUZ MORCILLO Y PABLO MUÑOZ
CÓRDOBA.Actualizado:

José Bretón fue, en teoría, la última persona que vio a sus hijos Ruth y José, de seis y dos años respectivamente. Se le perdieron en el parque Conde Cruz de Córdoba el pasado sábado por la tarde, poco después de las seis. Es lo que él sostiene y lo que los investigadores, contra reloj, intentan verificar. No es una certeza. La única verdad, la única que no admite dudas, es que el viernes 7 de octubre Ruth estuvo en el colegio en el que cursa primero de Primaria, y José en la guardería, y eso fue en Huelva. A partir de ese momento, el relato de horas y acontecimientos solo viene avalado por lo que cuentan el padre y la familia del padre. Ese relato señala que viajaron a Córdoba; que durmieron en casa de los abuelos en el barrio de Las Viñuelas y que, en torno a las dos de la tarde, los tres se marcharon para, en teoría, comer con un amigo de Bretón. A partir de ahí nadie volvió a ver a los críos. La madre estaba en Huelva. La pareja se había separado hace menos de un mes.

El caso de los niños de Córdoba se ha convertido ya en uno de los más complejos de los últimos años, bajo el cartel aún de «desaparición inquietante». El eufemismo enmascara un temor a que los pequeños estén muertos. Siguiendo la denuncia del padre de que sus hijos desaparecieron en un momento en que él se despistó, una de las hipótesis barajadas es que un depredador raptara a los niños mientras jugaban. El problema es que no se ha encontrado un solo testigo que viera a los pequeños en ese parque en ningún momento de la tarde, un sábado y con una magnífica temperatura. Una cámara de vigilancia grabó a Bretón, pero no a los niños. Habló con dos monitoras y con un vigilante de seguridad, y a ninguno les pareció preocupado. Las horas no coinciden con las que él plasmó en su denuncia -llamó a las 18.20 al 112 y a las 18.40 a la Policía, y aseguró que los tres llegaron al parque en torno a las 17.45-.

La Policía ha hablado con todos los que estuvieron en ese parque, sin encontrar un hilo que conduzca a Ruth y José. «Somos animales de costumbres, la gente mantiene hábitos y alguien se habría fijado en los críos o en él buscándolos con desesperación si hubieran estado allí», sostiene un experto en este tipo de casos. Existe también el testimonio del vigilante jurado con el que José Bretón aparece en unas imágenes captadas por las cámaras de seguridad del parque Ciudad de los Niños, próximo al Conde Cruz, el sábado por la tarde. Este hombre, a cuyo testimonio ha tenido acceso este periódico, afirma al menos dos cosas relevantes: la primera, que el padre de los chiquillos no mostró el menor síntoma de nerviosismo; la segunda, que la primera vez que llegó a la zona eran las cinco de la tarde, y no las seis menos cuarto como sostiene Bretón. Es una contradicción, pero... ¿suficiente como para desvirtuar por sí misma la presunción de inocencia? «Hasta ahora no hemos encontrado pruebas definitivas, ni siquiera indicios suficientes que pudieran sostener una acusación. Tenemos esa y otras afirmaciones del progenitor que no nos cuadran, es cierto. Pero no son lo suficientemente relevantes», sostienen las fuentes del caso consultadas por este periódico.

La inspección ocular del parque Conde Cruz tampoco ha revelado nada importante, o al menos no ha trascendido. Ninguno de los registros realizados hasta ahora -al menos tres solo en el piso de la barriada de Las Viñuelas, donde Ruth y José habrían sido vistos por última vez por alguien que no fuera su padre- lo ha hecho; si acaso, para descartar. Se ha buscado con denuedo también en la finca que los abuelos paternos, Bartolomé y Antonia, tienen en Las Quemadillas, una zona muy próxima a Córdoba capital, y en otras que los agentes mantienen en secreto. Ni rastro de los niños.

Reacción inmediata

En principio se da por buena la versión de los abuelos paternos de que los niños durmieron el viernes en su piso de Córdoba y que su padre se los llevó a comer. Pero ¿hay algún testigo que viera a esos chiquillos salir con su padre de esa casa del barrio de Las Viñuelas? ¿Alguien los vio dentro del coche? Ni siquiera eso ha trascendido, y, según coinciden todas las fuentes consultadas, en tanto no se determinen el lugar concreto y el momento en el que se pierde la pista de los pequeños la investigación corre riesgo de dar palos de ciego.

A diferencia de lo que ocurría en el pasado, en cuanto se denunció la desaparición se activaron los protocolos establecidos. Pintaba mal desde el principio. La Policía de Córdoba alertó a Sevilla y a Madrid, y al día siguiente ya trabajaban allí expertos de las dos plantillas. Un funcionario de la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV), que ha investigado algunos de los crímenes más complejos de los últimos años, se desplazó a la ciudad andaluza al día siguiente. El lunes pasó casi diez horas hablando con el padre. Tiene fama de no dejar pasar un detalle. Bretón no admite otra versión salvo que sus hijos desaparecieron.

«¿Quién y para qué puede estar manteniendo a los niños en alguna parte con la que se ha montado? Necesita una cierta infraestructura... no parece lógico», explican investigadores de casos de desaparecidos. Bretón, siguiendo con esta hipótesis, tendría que contar con la colaboración de alguien de su máxima confianza, y tanto los padres de Ruth y José como el resto de sus familiares son observados con interés por los encargados del caso.

La semana ha sido durísima: para los familiares y para la Policía. En medio, uno de los investigadores, el responsable del caso Marta del Castillo, ha sido apartado de unas pesquisas que se llevan en absoluto secreto. No hay versión oficial, pero no parece el momento idóneo para que este policía esté al frente, cuando el cuerpo de Marta no ha sido aún encontrado y el juicio empieza mañana. «No se cuestiona la profesionalidad ni la capacidad de nadie», sostienen las fuentes consultadas. «Pero en un caso como este, en el que la presión de la opinión pública y de los políticos es enorme, es fundamental que los investigadores de a pie tengan claro cuál es su interlocutor, quién dirige las pesquisas y quién se tiene que limitar a colaborar en lo que se le solicite. Solo así se evitan descoordinaciones».

Fuentes del caso advierten de otro peligro: «A partir de ahora aparecerán personas que simplemente quieren tener su minuto de gloria en los medios de comunicación, que nada saben ni nada tienen que aportar, pero que ven en este terrible suceso una forma de salir de su anonimato». De hecho, así se interpretan algunos de los testimonios de las últimas horas, como el del joven que aseguró que el sábado por la tarde vio al padre de los niños demacrado y pidiendo ayuda para encontrar a sus pequeños... Y lo dice seis días después del suceso. También surgieron rumores de una pista en la localidad de Palma del Río: «Todo eso complica las pesquisas, porque cada indicio se investiga hasta el final y se pierde mucho tiempo», sostienen las fuentes.

Los expertos lanzan otro mensaje: «En un caso de esta complejidad, una semana es muy poco tiempo. Hay miles de detalles que hay que comprobar; incluso hay cosas que se hacen y que se repiten por si no se ha reparado en algún dato fundamental»...

Intervenciones telefónicas

El lunes por la noche, algunos temían que los críos pudieran aparecer en la finca puesta patas arriba. No fue así: se encontró una hoguera, prendida por José Bretón, según contó él mismo, y huesos entre los rescoldos. Los análisis de la Policía Científica confirmaron las sospechas: eran restos de varios tipos de animales. Al día siguiente, los buzos de la Policía se sumergieron en un tramo del río Guadalquivir cercano a ese lugar, también con resultados infructuosos. El miércoles se repitió el registro en la vivienda de los abuelos; se han analizado dos cuchillos y cinta aislante hallados en el coche del padre y los agentes han tomado declaración a toda la familia paterna y materna, a los amigos, a los vecinos...

El juez instructor, de forma incomprensible para muchos, tardó tres días en autorizar las intervenciones telefónicas, aunque los investigadores ya contaban con algunos indicios. Estas averiguaciones son secretas, dada la posible relevancia para resolver el caso.

Mientras, la madre de los pequeños, Ruth Ortiz, ha vuelto a Huelva tras pasar la semana en una casa proporcionada por la Plataforma para la Violencia de Género de Córdoba. La tarde de los hechos, su exmarido, exmilitar y conductor en paro, la llamó para contárselo, pero ella no cogió el teléfono. Fue la Policía de Huelva la que le comunicó lo ocurrido. Esa madrugada, antes de viajar a la ciudad de los califas, acudió a comisaría y denunció a Bretón por vejaciones y maltrato psicológico. Contó que él le había dicho que no los volvería a ver si no accedía a la custodia compartida.