AZULINO OSCURO, CASI NEGRO
Actualizado: GuardarDicen que al fútbol se puede jugar de manera inteligente y con chispa, exquisitez y buen gusto, siempre y cuando se geste desde el talento. En el Xerez, pasa por los borceguíes de Rueda, Capi, Oscar Díaz o José Mari, pero cuando llega el turno de los menos dotados, (técnicamente), el aficionado los considera sospechosos habituales y ejecuta en su honor la sinfonía del silbido. Su sola presencia en los alrededores del entramado virtuoso, levanta quejas y lamentos cercanos al oprobio. No se les mide por el mismo rasero. Los hay que fallan goles, que te dejan con diez casi siempre, o que provocan con sus pifias que el rival marque. A éstos, no les pasa nada. El capitán de la nave sopesará sacrificar la parte por el todo. Mejor que piten a uno. Lo quito o no lo pongo, y punto. La grada paga, la grada manda. Por mucho que se intente explicar que ese jugador cumple una misión necesaria para el equipo, nadie mostrará un atisbo de misericordia. Al vulgo no le cuadra que un futbolista haga su trabajo poco vistoso para que brillen otros, con la misma brillantez que el resto de los que se aprovechan de esa labor. Da la sensación de que los que gozan del favor y fervor popular, están exentos del examen por su rendimiento. Mientras, los llamados jornaleros del balón, soportan el calvario por ser lo que son. Todos los equipos tienen jugadores de este corte. Sacrificados peones por el bien común. En la mayoría de los casos, su trabajo se ve recompensado con vítores y alabanzas, porque gracias a ellos, se construyen los cimientos sobre los que los artistas ejecutan. El éxtasis del fútbol. El gol. Exceptuando el maravilloso caso del Barcelona, el resto está obligado a utilizar a la fuerza a gente tipo Barber, Cordero o Bruno Herrero como acompañantes del artisteo. En su día le ocurrió a Boro, que luego fue de los más queridos por la afición. Lo mismo le pasó a Mendiola en la etapa de Delfín Álvarez, o al delantero peruano Ramírez, aunque a éste, la noche le confundió en exceso. No hay arte, sin que se comience una obra. Y en las obras hay barro, sacrificio y mucho, mucho trabajo. Lo bonito nos gusta a todos. Se ve con facilidad. Lo oscuro, como su nombre indica, no. Sígueme en twitter @carloscanalsur.