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Alfonso, fotografiado el sábado en el Arnold Classic Europe. :: JOSÉ RAMÓN LADRA
Sociedad

El cuerpo monumental

«Llegar a este nivel supone un sacrificio muy grande», explica el culturista Alfonso del Río. Su dieta de 8.000 calorías incluye tres kilos de pollo al día

CARLOS BENITO
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Alfonso del Río parece enorme en las fotos, pero la cámara engaña: en persona es muchísimo mayor, un gigante que pone a prueba las convenciones sobre los límites de la anatomía humana. Ante este cuerpo de montaña, a uno le entran ganas de alejarse unos pasos para poder abarcarlo con la vista. «Siempre he sobresalido de la media, estoy acostumbrado -sonríe el culturista, de 34 años, una de las figuras más populares de su disciplina en España-. Tengo amigos a los que les divierte ir diez metros por detrás para ver las reacciones de la gente».

Ciertamente, Alfonso ha sido grande toda su vida, desde que nació en Tarifa con algo más de cinco kilos y doscientos gramos, pero también ha puesto mucho de su parte para acercarse a su físico ideal, esa catedral de músculos definidos y poderosos: los últimos quince años se ha sometido a un régimen estricto de dieta y entrenamiento, que supondría una tortura para cualquiera que no tuviese su motivación. «¿Cómo empecé? Recuerdo pasar por un quiosco y ver una revista en la que salía Dorian -el inglés Dorian Yates, estrella de la especialidad en los 90- haciendo una pose en primera página. Tendría yo 18 años y me causó mucha impresión esa cantidad de músculo: decidí que yo también quería estar fuerte como él. Supongo que todos los chavales jóvenes tienen ese deseo». Lo que le falta a la mayoría es constancia y paciencia: «Llegar a un nivel como el mío supone un sacrificio muy grande. Hay que mantener las comidas, entrenar y no desviarse por ningún tipo de cachondeo y juerga. Tienes que ser serio y te tiene que gustar: lleva mucho tiempo ver los frutos y, además, no da para vivir».

Cuando comenzó su carrera, Alfonso pesaba cien kilos; hoy anda entre 150 y 160, aunque para las competiciones baja a 130. Su dieta ronda las 8.000 calorías diarias, frente a las 3.000 que promedian los varones adultos de su edad, lo que implica un estricto programa de alimentación, con comidas cada dos horas y media. Suele cargar con tarteras y no deja nada a la improvisación ni a la aventurada ruleta de los menús del día. «Por la mañana, avena y batido de proteínas. A media mañana, pollo con arroz. A mediodía, ternera con arroz. A las cinco, ternera con boniato. El batido de después de entrenar, una tortilla de diez claras por la noche, un batido de proteína lenta antes de acostarme... Y, a mitad de la noche, me levanto para tomar otro batido. Estoy acostumbrado ya, no pierdo sueño ni nada». Cuando se acerca la competición y prescinde de los batidos, Alfonso ingiere sin mayor problema tres kilos de pollo al día.

Al límite

Su rutina se completa con exigente ejercicio físico: «Entreno por la tarde: cuatro o cinco horas cuando estoy para competición; si no, dos y media o tres. Lo que más cuesta es la última semana antes de competir, porque falla la energía y cuesta mucho entrenar. Lo demás lo llevo bien: estoy acostumbrado, el cuerpo me lo pide. Es mi vida». Alfonso tiene el argumento preparado cuando se le insinúa que tanto vapuleo al organismo no puede ser muy saludable: «Ningún deporte a alto nivel lo es. ¿Es saludable correr 42 kilómetros? ¿O hacerse 250 kilómetros en una bicicleta? Yo no lo creo, y con el culturismo pasa lo mismo: a altísimo nivel, nada es exactamente saludable, porque vas al límite».

Por muchos títulos que acumule, un culturista nunca termina de sentirse satisfecho cuando se coloca frente al espejo. «Quiero mejorar. Me miro y me encuentro fallos», admite. ¿Su punto fuerte? «Siempre han sido los gemelos, de 60 centímetros, los más grandes del panorama profesional nacional. Eso es genética». También el brazo le mide 58 o 59 centímetros, una cifra más habitual para perímetros craneales o cinturas de modelo. A Alfonso, los fans le apodan 'el titán español' y 'el Cristiano Ronaldo del culturismo' y le suelen comparar con Schwarzenegger. Este último fin de semana participó en el Arnold Classic Europe, debut en el viejo continente del festival impulsado por el exgobernador de California. «Yo estuve a competir y ni siquiera pude ver a Arnold -comenta-. Mi mujer sí estuvo a dos filas de él y dice que iba rodeado de guardaespaldas, como un ejército». Por lo demás, parece que 'Terminator' no la impresionó particularmente: ella ve todos los días cosas así.

kilos es su peso habitual, aunque pierde veinte o treinta para competir. Tiene 34 años y mide 1,82. Su gran orgullo son los gemelos de 60 centímetros.

Come cada dos horas y media, 8.000 calorías diarias. Trabaja en un gimnasio de Madrid y como entrenador personal.