El último desfile de ZP
Es difícil dejar más patas arriba un país que muestra agotamiento y cansancio
Actualizado:Me había prometido no escribir más sobre Zapatero. Es perder el tiempo, y créanme que no hay nada despreciativo. Reconoceré sus formas y su distancia para el insulto y los malos modos. No es poco en un país en el que sus ciudadanos se llaman hijodeputa y se están dando los buenos días. Otra vez los abucheos e insultos de la extrema derecha en un acto que según su propio catecismo debería ser sagrado hace que vuelva el agua al molino. Cómo hemos llegado al punto en que el día de la Fiesta Nacional no se anuncie la llegada del presidente que gobierna España. Cómo es que esconden al presidente. Hay gran hartazgo con un dirigente que ha rozado el arte a la hora de dispararse tiros en su propio pie. Es difícil dejar más patas arriba a un país que muestra agotamiento y cansancio, incluso sabiendo que dentro de poco tendrá en su mano cerrar con siete llaves una época desgraciada. El destrozo ha llegado al PSOE. Que Rubalcaba luche por superar el desastre electoral de Almunia da idea de la visión de un dirigente que solo ha acreditado buena voluntad para gobernar.
Españoles que quieren y no quieren serlo, que saben que lo son, que son esto y lo que les da la gana, o que no son nada; que lo son porque no pueden ser otra cosa, que pueden serlo y así se encuentran a gusto; los hay que sienten urticaria cada vez que ven su DNI, y los que escuchan la música militar y tragan aire para que no salgan las lágrimas. Esos sentimientos que estarán siempre entre nosotros son los que con tanta torpeza ha despertado Zapatero. Siempre pendiente del cálculo político, del voto y la encuesta. Siempre atento a la cámara del periodista que le fotografió sentado y ausente al paso de la bandera de EE UU en un desfile como el de ayer. Era oposición, y entonces nos faltó cálculo para saber que hay gestos que inhabilitan a un hombre para gobernar. Los españoles que desde antes de Franco consideraban esto de la política como un oficio para los demás han sido permisivos e ignorantes cada vez que han podido parar a alguien a la hora de llegar al poder. Guardemos silencio. Mejor para todos.
En la Fiesta Nacional cumplo con un doble ritual. El primero me lleva a Paco Ibáñez cantando un poema de George Brassens, que se llama 'La mala reputación' ('La mauvaise reputation'): eso de que la música militar nunca me supo levantar y todo eso que me hace rejuvenecer y sonreír ahora que la escucho años después. El segundo es recordar un pensamiento del escritor Bryce Echenique que dice esto: «Mi patria son mis amigos». Como no lo puedo decir mejor, ahí lo dejo. En la esperanza de que quien esté junto al rey en el próximo desfile entienda que ha de gobernar para ciudadanos que sin conocerse son amigos. O que pueden serlo.