opinión

Sangre, sudor y lágrimas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Días atrás se preguntaba Thomas Friedman, en ‘The New York Times’, si se puede citar a un político actual capaz de predicar a su electorado ‘sangre, sudor y lágrimas’. Nadie vende realismo doloroso. El propio Obama no ha roto esa barrera, y Cameron, incluso ante un público con el ADN de Churchill, retiró esta semana una frase levemente incómoda de su discurso al Partido Conservador por temor a que resultara impopular. Sarkozy hace ya tiempo que renunció a ser el Pequeño Napoleón, y ya ni siquiera un Napoleón pequeño; y no digamos los berlusconis y zapateros, con sus modalidades mediterránea de desdramatización a tiempo completo. No es extraño que Rajoy trate de llegar a la presidencia sin desvelar su programa. Ocultar la realidad es un desafío político cotidiano. Hay pocos casos, sin embargo, con un nivel tan alto de ocultismo como plantea el Partido Popular, del que ya se sabe que va a gobernar pero poco de cómo va a gobernar. Durante dos años han tratado a Zapatero como un estúpido inepto que no aplicaba un programa obvio, pero de repente ese programa tan obvio de soluciones no existe. Para las pistas solo queda mirar la gestión de Cospedal. Y no es de una creatividad muy estimulante, ni siquiera con la iconografía del disfraz de cuero de dominatrix con la sierra mecánica.

Algo va mal cuando, en estas circunstancias, la campaña no trata sobre la gestión de la crisis sino sobre chóferes contratados con sueldo de cirujano cardiovascular, reuniones engolfadas en una gasolinera, directivos saltatumbas de cajas de ahorro, amenazas de politiquillos trepas a periodistas en twitter o la última bravata contra los andaluces. Sobre esta crisis sistémica que desafía a los gobiernos planetarios no basta con repetir la obviedad de que Zapatero ha fracasado y dedicar tres días de convención a ensayar toda clase de descalificaciones contra él, a ver quién meaba más lejos en la competición de escarnios entre risotadas. Rajoy se postula vendiendo ‘confianza’, pero de hecho, como acreditan los sondeos, no es confianza sino que se nutre de la desconfianza oceánica hacia su antecesor. La alternancia es la lógica democrática y el péndulo va a moverse en un estado de necesidad pero Rajoy está dando una pobre imagen atenazado por el miedo a pronunciarse, a tener discurso, y por supuesto a confesar lo esencial de su hoja de ruta aun sin llegar al sangre, sudor y lágrimas. Con todo a favor, podría permitirse ganar altura, pero se aferra a la táctica pequeña de no hacer nada hasta que el poder caiga como una manzana madura disfrutando ya, eso sí, del botafumeiro de los pelotas que este fin de semana alcanzó cotas sonrojantes. Nadie habrá ganado nunca por tanta diferencia con tan poco programa.