opinión

Suspender pagos

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Ni el porvenir ni los telegramas son ahora azules. En los buenos tiempos le bastaba a muchos ayuntamientos cursar un mensaje con el célebre texto de «remitan fondos». Actualmente esas dos palabras se han cambiado por otras dos, para no alterar el importe, pero varía el destinatario. Nada menos que 1.022 municipios españoles, más o menos espesos, tiene problemas de liquidez y el agobiado Ministerio de Economía y Hacienda les ha enviado una orden única: «Suspendan pagos». ¿Cómo pueden interpretarse esas dos palabras? El petardo autonómico, que ha hecho millonarios a algunos de sus gerentes, anuncia la traca final. Estamos peor de dinero que de rodillas, pero lo más triste es tener que simultanear esas dos cosas. Ambas posturas son incómodas.

El problema del desempleo quizá pudiera paliarse colocando en Anticorrupción a todos los corruptos. Llueven las denuncias en los juzgados y en la Audiencia Nacional por el escándalo de las indemnizaciones. Un asunto tenebroso, pero ya sabemos que el llamado «fondo de reptiles· trae cola. ¡Lagarto, lagarto! El nido de víboras no se ahuyenta si encuentran otros refugios propicios. No basta investigar los sueldos y las pensiones vitalicias de la CAM. Les están llamando «irregularidades», ya que aquí nadie llama a las cosas por su nombre, pero lo único que está claro es que personas de turbio pasado bursátil van a seguir grabando el exiguo presupuesto estatal. Se trata de unas nombras del robo no suficientemente tipificadas en el Código Penal.

Después de meditar largamente sobre la filosofía del derecho, Anatole France llegó a la conclusión de que la justicia social descansa en dos axiomas: el robo es punible y el producto del robo es sagrado. En eso estamos y seguiremos estando después de las elecciones. Cambiar de sistema es bastante más fácil que cambiar la naturaleza humana.