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Carolina acaricia a Wacho en una escena del corto rodado por Herrero en la cárcel de Mansilla de las Mulas (León). :: FOTOGRAMA DE 'CULPABLE'
Sociedad

Doblemente culpable

Wacho, el reo protagonista de un corto rodado en la cárcel de León, está en busca y captura. Se fugó y dejó colgado al cineasta

:: ISABEL F. BARBADILLO
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De pronto, Wacho decidió saltarse las reglas del sistema judicial. Violar las normas no le era ajeno. Hace unos años había infringido las de la convivencia ciudadana. Tráfico de drogas, condena, cárcel. En la prisión leonesa de Mansilla de las Mulas todos le llamaban así, Wacho, aunque su nombre de pila responda al de Mario Sergio Acuña. Ecuatoriano, risueño, bromista, rondando la cuarentena y con unas cualidades de actor que podrían haberle arreglado un poco su desaguisada vida. Pero no. Pudo más el soplo de aire fresco que respiró un día de permiso que aguantar unos meses más entre rejas y salir libre, que muy poquito le quedaba. Cruce de cables o pánico a ser extraditado, quién sabe. Sus compañeros de celda ignoran las jugadas de la mente. Quién no. También el director de cine Rodolfo Herrero, con el que convivió muchas horas durante meses para rodar el cortometraje 'Culpable', que Wacho protagoniza y que una veintena de presos hicieron realidad en una cinta de 13 minutos.

Durante un permiso primaveral de cuatro días, Wacho viajó de Mansilla a León, dos hitos de la ruta Jacobea, a unos 300 kilómetros de la Puerta del Apóstol. Saltó del río Esla a su afluente el Bernesga, que riega la capital. Ahí comenzó su peregrinaje como fugitivo y a labrarse una fama que nadie hubiera imaginado si solo se tratara de un recluso que quebranta su condena.

Porque Wacho ahora es doblemente culpable: el protagonista de la película, fugado, abandona el rodaje. En qué cabeza cabe. Él, con tantas dotes de actor que sabía meterse en las entrañas de su personaje hasta confundir su identidad. Él, que aceptó el guión... y en la vida real se lo salta a la torera. Menuda ironía. La realidad nunca deja de avasallar a la ficción.

La semana pasada el corto se proyectó en el centro penitenciario, para los de 'casa'. Evidentemente, Wacho no asistió al estreno. No hubiera estado mal una nueva vuelta de tuerca a la historia. Policías, guardias civiles y compañeros se lo hubieran agradecido. Rodolfo Herrero, su director, también. No se erige en juez y no le impondrá pena alguna aunque le dejara medio colgado. «Las escenas importantes estaban rodadas. No hemos tenido que cambiar el guión como se ha dicho por ahí. Únicamente hemos insertado dos planitos en los que aparecen unas manos y unos pies que no son los suyos. Pero sí, me dio rabia que se largara. Me caía muy bien y me hubiera gustado trabajar con él en el siguiente proyecto. Tiene madera. He buscado el sentido a su fuga, pero no lo he encontrado». Y eso que durante el permiso Wacho estuvo en la casa del cineasta leonés revisando el montaje. En qué lío le metió. Ahora lo recuerda como una anécdota y defiende a ese ecuatoriano moreno y fornido, de pelo negro rizado y cuidada barba de varios días. Lo recuerda por su eterno sentido del humor y el rigor demostrado en su papel de preso culpable y arrepentido que busca una lucecita al fondo del túnel y sueña con una vida más digna. O así lo dictaba el guión.

Equipo de rodaje

El asturiano Joaquín también añora a Wacho. Va para los sesenta años y casi la mitad se los ha pasado en el trullo. Espera que el próximo enero deje por fin de mirar los muros coronados de alambres, abrillantar cada día el suelo de su celda o recoger colillas en los patios. Cometió un delito «muy fuerte», declara el presidente de la ONG In Voce, Jaime Torcida, que, por prudencia y respeto, prefiere no desvelar.

Por buen comportamiento Joaquín pasa en la calle una semana de cada seis, en régimen de acogimiento como exige la normativa. Y «por buena gente, trabajador, amigo de sus amigos, sensato (la edad calma) y estar sinceramente arrepentido», In Voce le está buscando curro para que escape definitivamente de las garras de la delincuencia.

«Sé con certeza que no va a volver a meter la pata», se atreve a augurar Torcida sin ocultar que le profesa cariño. Joaquín coprotagoniza 'Culpable' junto a Carolina, ciudadana de la antigua Guayana Holandesa y presa por hacer de 'mula' -la detuvieron al detectar droga escondida en su organismo-.

Carolina ha saldado ya su deuda con la Justicia y ha sido repatriada. Jaime Torcida la conocía. Era la correctora de estilo de la revista que hacen los internos de Mansilla. «Callada, de unos 30 años, educada y con estudios. Una persona que posiblemente fue engañada para cometer su delito y que no debe tener dificultades para encontrar sustento», acierta a decir el presidente de In Voce, visiblemente emocionado.

Torcida conoce a la mayoría de reclusos que participan en las actividades y talleres que su organización desarrolla desde hace años en Mansilla de las Mulas. Con su ayuda, Rodolfo Herrero pudo programar el suyo el año pasado. Tenía clara la idea: rodar el corto sobre ese sentimiento de culpa que acecha a algunos reos. Y rodarlo con ellos, de principio a fin. Iluminación, escenografía, cámaras, actores... Todo realizado por la veintena de hombres y mujeres que superaron el 'casting' y cumplían las condiciones impuestas por la prisión: habitar en los módulos de respeto y disfrutar de permisos para salir al exterior.