Sobornar al calendario
Actualizado: GuardarEstamos negociando con el futuro, que siempre tiene muchos años por delante. Los especialistas en el porvenir auguran que España se estancará, con riesgo de caer en otra recesión sin haber superado ésta, pero discrepan en cuanto a la fecha exacta. Algunos expertos creen que habrá más de cinco millones de parados en 2012, pero otros son todavía más pesimistas, ya que temen que el número de desocupados involuntarios se incremente cuando los vayan echando a todos ellos de sus «servicios de estudios». El ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, del que poco se esperaba en las presentes circunstancias, lo que espera es que la crisis vaya para rato. Hay quinquenios en que uno no está para nada.
Considerado el tiempo como «una cierta parte de la eternidad», algunos filósofos colocados en los grandes bancos vaticinan que la recaída del año que viene seguirá recayendo en los siguientes. De ahí la necesidad de sobornar a los calendarios con la esperanza, que como se sabe es un buen desayuno, pero una mala cena. Todas las religiones nos explican, más o menos convincentemente, que es muy difícil vivir sin ella y hay que responder a su llamada, aunque no sea siempre audible. El que espera, desespera, pero también se entretiene.
Para distraernos hemos ideado algunas cosas, entre otras el cálculo de escaños que obtendrán el PP y el PSOE el día de las elecciones, cuando unos expliquen por qué han ganado justamente y otros relaten los pormenores de la injusticia que les hizo perder. Mientras, un señor tan educado y afable como Josep Antoni Duran i Lleida se dedica a calumniar a una parte de la patria a la que, a su pesar, pertenece. Hace falta ser algo obtuso o bastante fanático para creer que el PER está concebido para que los andaluces se pasen la mitad de la jornada en el bar del pueblo. Eso, al margen de abusos irremediables, se inventó para que los hambrientos no les metieran las manos en el plato a las gentes que siguen comiendo todos los días. Salvo cuando pronuncian algún discurso.