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La vuelta al mundo en 72 días
Elizabeth J. Cochran, más conocida como 'Nellie Bly', ha pasado a la historia del periodismo como la primera reportera de investigación
Actualizado: GuardarSe dice como si de un tópico se tratara, pero es la pura verdad y es que la realidad supera a la ficción. Este que voy a contar es uno de esos casos flagrantes. En 1872, el gran escritor francés y maestro de la ficción, Julio Verne, publicó su novela 'La vuelta al Mundo en 80 días'.
En ella se relata cómo un flemático caballero inglés llamado Phileas Foog, por una absurda apuesta con unos amigos y arriesgando la mitad de su fortuna, se compromete a dar la vuelta al mundo en 80 días y usando los medios disponibles por cualquier ciudadano en aquella época.
Acompañado por un criado francés y tratando siempre de que sus itinerarios sean a través de territorio británico, sale de Londres el día 2 de octubre de 1872.
Teniendo en cuenta que era la época de mayor esplendor del Imperio británico, no resultaba difícil caminar siempre por suelo casi considerado patrio.
La novela, que se hizo más famosa aún cuando fue llevada al cine, es fascinante y a todos nos cautivó de pequeños, pero lo que muchos desconocen es que la hazaña ficticia del señor Foog fue superada, en la realidad y en aquel mismo tiempo, por la de una joven norteamericana que rebajó el récord del británico en 8 días.
Elizabeth Jane Cochran, más conocida por su apodo periodístico de 'Nellie Bly', nació en Pensilvania el 5 de mayo de 1864. Tenía por tanto 8 años cuando Verne publicó su famosa novela.
A la edad de 16 años, leyó un artículo en un periódico neoyorquino que la hizo reaccionar de forma incendiaria. Para mostrar su rechazo escribió una durísima carta al director del medio que, sorprendido por la contestación de aquella señorita, quiso conocerla personalmente para al final ofrecerle un puesto de trabajo.
En aquella época, casi todas las mujeres que escribían y, sobre todo, las que lo hacían en periódicos, lo hacían bajo un pseudónimo. La intrépida joven adoptó el nombre de Nellie Bly, personaje de una famosa canción de un tal Foster, conciudadano de la joven y autor de la famosa canción 'Oh! Susana', que serviría de himno a los buscadores de oro de California.
Con su nueva identidad, se convirtió en la primera periodista de investigación cuando, antes de que el medio provinciano para el que trabajaba la relegara a la sección de ecos sociales, buscó trabajo en el periódico sensacionalista 'New York World', propiedad del magnate de las comunicaciones Joseph Pulitzer.
Su primer artículo fue un reportaje sobre los hospitales psiquiátricos. Para recabar la información necesaria, se internó en uno de esos centros destinado a mujeres, en el que haciéndose pasar por una demente, estuvo interna durante diez días, en las mismas condiciones que todas las enfermas, y sin que nadie supiera de su verdadera intención.
Tras vivir aquella experiencia escribió un reportaje titulado 'Diez días en un manicomio', en el que denunciaba los abusos de la Administración sobre las pacientes y que obligó a las autoridades sanitarias a tomar medidas drásticas sobre el trato a los enfermos mentales, abriéndose una investigación oficial y liberándose importantes partidas presupuestarias para mejorar la asistencia sanitaria de los enfermos mentales.
Pero la verdadera hazaña vino tiempo después. Cuando la novela de Julio Verne se había hecho tremendamente famosa, alguien, posiblemente la propia Nellie, sugirió al director del World que sería un excelente reportaje comprobar que aquella hazaña realizada por el protagonista de la novela era posible hacerla en la realidad.
Después de madurar la idea, Pulitzer autorizó a realizar aquel ambicioso reportaje. Para ello, empezó a buscar entre los periodistas más intrépidos uno que estuviera dispuesto a afrontar aquella dura prueba.
Cierto que no hubo muchos profesionales atrevidos, pero, tan pronto como Nellie tuvo conocimiento de lo que se estaba buscando, se presentó voluntaria.
Ni siquiera se habían planteado que el reportero fuera una mujer, al ser la prueba muy dura y no desprovista de graves riesgos, pero el tesón de la periodista inclinó la balanza a su favor. Al final, pensaron que el hecho de que fuese ella, y encima sola, daba cierto matiz morboso al tema.
Aun así, el director del World no veía claro el asunto, pero la decisión de la reportera le dejó atónito cuando, al negarse a que emprendiera sola aquel viaje, Nellie le contestó: 'Pues manda a un hombre. Yo saldré el mismo día que él, lo adelantaré y escribiré la historia para otro periódico'.
Hechos los preparativos oportunos y programada la ruta muy a conciencia, el 14 de noviembre de 1889, partió del puerto de Nueva York con un itinerario por delante de 24.889 millas.
Tardó seis días en llegar a Southampton, en donde tomó un tren para Londres, y sin perder un minuto, pasó al otro lado del Canal de la Mancha, a Calais, con el tiempo justo de tomar otro tren y dirigirse a París, con parada en Amiens, en donde se va a permitir el único lujo que aquel disparatado viaje le concede: conocer a Julio Verne y comentar con él las peripecias del viaje.
El escritor es muy reacio a creer que en menos tiempo de lo que él ha contado en su novela se pueda hacer un recorrido tan complicado. Es por eso que le dice: 'Señorita, si es usted capaz de hacerlo en 79 días, yo la felicitaré públicamente'.
Aquello no sirve sino para espolear la furia de Nellie. Durante el viaje, recibe la noticia, quizás falsa, de que otro importante periódico ha mandado a una reportera a dar la vuelta al mundo, posiblemente siguiendo su idea.
Desde París se traslada a Brindisi, al sur de Italia y desde allí toma un vapor con el que cruza el Mediterráneo, con parada en Port Said, antes de atravesar el Canal de Suez; cruza luego el Mar Rojo, el Mar de Arabia y hace escala en Yemen, concretamente en el puerto de Adén, el más importante en aquel momento y desde el que los británicos tratan de controlar la tradicional piratería del Océano Índico.
Cruza luego ese Océano y hace escala en Colombo, la capital de la Isla de Ceilán. Desde allí se dirige a Malasia, luego a Singapur y a Hong Kong y después a Yokohama, el único lugar no británico.
Desde allí zarpó para San Francisco, en la costa Oeste de los Estados Unidos, que cruzó en tren, presentándose en Nueva York a los 72 días, seis horas 11 minutos y algunos segundos. El experimento había sido todo un éxito y la prensa mundial se hizo eco de su hazaña.
Cuando empezó a escribir las vicisitudes de su viaje, los encuentros con las personas que jalonaron sus singladuras, las experiencias, los contrastes de culturas, el trato a las personas en general y a las mujeres en particular que observó en los lugares por los que había pasado y en fin, todas sus vivencias, vertidas al papel con arte y maestría, alcanza su verdadera dimensión de periodista hasta convertirse en un mito.
Siguió escribiendo hasta que en 1895 contrajo matrimonio con el millonario Robert Seaman, que le llevaba 40 años y que murió poco después.
De inmediato se puso a la cabeza de todas las empresas de su marido, donde introdujo innumerables modificaciones que le acarrearon una popularidad añadida.
Muy preocupada por la parte social de las empresas, consideró que no se trataba a los trabajadores con la consideración debida. Para ello introdujo reformas sanitarias, horarios adecuados, salarios justos, cursos de formación, bibliotecas, gimnasios, y toda suerte de mejoras en las condiciones laborales.
Su gestión social fue muy positiva y admirada por los trabajadores, pero ni la empresarial ni la económica estuvieron a la altura de las circunstancias y, completamente arruinada, tuvo que volver a dedicarse al periodismo. Entonces empezó a escribir en el 'Evening Journal', de Nueva York.
Fue la primera mujer corresponsal de guerra y llegó a cubrir la información de la Primera Guerra Mundial en el Frente del Este.
Murió el 27 de enero de 1922 de una neumonía a la edad de 57 años.
Elizabeth Jane Cochran, 'Nellie Bly' para sus lectores, tuvo una vida corta pero plagada de emociones, imponiéndose a los varones con las armas que estaban a su mano y jugándoselo todo sin que ninguna cuota de paridad hiciera nada por ella.