La perjudicada muestra el terreno, detrás de la casa de su madre, en el que levantarán un habitáculo para darles cobijo. :: ESTEBAN
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Los Albarizones se vuelca con una familia al borde del desahucio

Los vecinos han reunido materiales y construirán una habitación y un baño en una parcela de la barriada para los desalojados

JEREZ. Actualizado: Guardar
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Josefa Naranjo y los suyos cuentan los días, las horas, los minutos que les separan de uno de los tragos más amargos de sus vidas. Tras haber sufrido algún aplazamiento que solo ha hecho prolongar la agonía, finalmente el próximo 26 de octubre los juzgados ejecutarán la orden de desahucio de la vivienda de Los Albarizones en la que habitan desde hace una treintena de años Pepi, su marido y sus dos hijos.

La desesperación de todos ellos es más que palpable; la madre de familia apenas si puede contener el llanto cuando explica la cronología de los hechos que les han llevado a padecer esta pesadilla. «Nos llegó la notificación hace meses y desde entonces hemos puesto varios recursos, pero ha sido en vano. Lo único que hemos conseguido es que lo aplacen un mes más, que va a cumplirse el próximo 26. Y todo porque dejamos de pagar primero dos cuotas de la hipoteca y luego otras tres, en total cinco. Pero es que no podíamos hacerle frente, mi marido lleva más de dos años en paro, los niños están estudiando y yo gano 200 euros limpiando escaleras».

Durante todo este tiempo, han ido tirando gracias a la ayuda de parientes, fundamentalmente de la madre de ella, a cuya casa van a comer a diario y donde tras el desahucio no les quedará otra que instalarse. «Mi madre nos está atendiendo y tiramos para adelante como podemos, pero tampoco podemos seguir así por mucho más tiempo», lamenta la perjudicada.

Ella y su marido tienen 51 y 52 años, respectivamente, y confiesa que les resulta muy duro tener que depender de alguno de sus progenitores a estas alturas. De momento, no obstante, no encuentra otra alternativa puesto que su esposo, obrero de la construcción, sigue sin trabajo y para colmo está delicado de salud desde que sufrió una importante subida de azúcar como consecuencia de este disgusto.

Toda una vida en esas paredes

«Mi marido está agobiado y lo estamos pasando realmente mal. En esta casa vivieron los abuelos de él y tiene más de 60 años; nos hemos tirado toda la vida aquí». Durante sus explicaciones, Pepi no para de repetir que se siente «engañada» por la entidad bancaria con la que tienen concertada la hipoteca y que no ha tardado en poner a subasta la vivienda.

«Yo quería pagar lo que debía poco a poco, pero no ha habido forma. De un día para otro me comunicaron que la casa entraba en subasta, fui a hablar con la jueza y con el subastador, pero no hubo manera. Y todo por 8.000 euros que podía haber pagado a plazos y que hemos intentado reunir, pero el abogado de oficio me dijo que ya no se podía hacer nada. Encima han vendido una casa que solo tiene 52 metros cuadrados por 70.000 euros. Es un precio elevadísimo, cuando ni siquiera entra el terreno, porque no es de nuestra propiedad».

Así las cosas, todo parece indicar que esta familia correrá la misma suerte que la de los Gutiérrez de Caulina y, a pesar de su oposición frontal, en los próximos días tendrán que despedirse de una parte sustancial de sus vidas. En este caso, sin embargo, confluye una circunstancia añadida que lo hace más especial si cabe: Los Albarizones se está volcando por entero con los perjudicados, apoyándoles no solo económicamente sino también con mano de obra para que su estancia futura en esta barriada rural sea lo menos traumática posible.

Francisca Márquez es una de las vecinas que más apoyo está prestando a la familia. Ella misma se ha encargado de hablar con un arquitecto y de buscar donaciones de materiales para la construcción de una habitación y un cuarto de baño para la pareja, que serán construidos por los propios vecinos. Como relató a este medio, hay un terreno anexo a la vivienda de la madre de Pepi de propiedad municipal, cuya legalización ha sido solicitada en numerosas ocasiones.

Mientras ello se produce, los niños se hospedarán en casa de la abuela y la citada habitación para los padres será levantada en esta parcela, donde acamparán hasta que esté ultimada. «Los vecinos nos estamos volcando y no les vamos a dejar solos -sentenció Francisca-. Lo que están haciendo los bancos no tiene nombre y al final siempre pagan los mismos, los más débiles».