Exministro inidentificado
Hay quienes pretenden disfrutar vitaliciamente de la condición temporal de poderoso
Actualizado: GuardarSi alguien nos dice: «Usted no sabe con quién está hablando», puede que acierte en lo anecdótico, pero sin duda se equivoca en lo esencial: si alguien nos dice eso, sabemos de sobra que, sea quien sea, se dedique a lo que se dedique y se llame como se llame, estamos ante un cretino.
Hace unos días nos enterábamos de que un exministro del ramo retorcido de Interior, célebre en su día por la llamada 'ley de la patada en la puerta', pretendió acceder a un aparcamiento reservado para coches oficiales en las inmediaciones del recinto de la feria de Sevilla, porque los políticos tienen esos miramientos consigo mismos. Comoquiera que el agente encargado de vigilar el acceso a dicho aparcamiento para aristócratas sin blasones le pidió la documentación, el exministro, según cuenta el agente, montó en cólera y le soltó la frase antedicha. El agente le pidió entonces que se identificara, pero el exministro, al parecer, siguió en lo suyo: «Usted no sabe con quién está hablando». Piensa uno, no sé, que, para que el agente en cuestión supiera con quién estaba hablando, lo más fácil hubiese sido que el exministro le enseñara la documentación, aunque optó por mantener el misterio en torno a su identidad, como si en vez de ir a la feria de Sevilla a beber manzanilla y a comer langostinos fuese a una misión secreta en Corea del Norte o por ahí. En el juicio de faltas, el exministro ha declarado lo siguiente: «Tengo la completa seguridad de que el agente hizo lo que hizo porque sabía quién era yo», con lo cual agrava el problema ontológico que subyace en este incidente. ¿Quién no tiene en la memoria la cara de todos los exministros de nuestra etapa democrática? Incluso los adolescentes cuelgan carteles de tamaño natural de Corcuera y de Celia Villalobos al lado de los de Justin Bieber y de los de Lady Gaga. Además, se pregunta uno: ¿puede un agente del orden no reconocer el aura distintiva de un exministro aunque sea por vía parapsicológica? Suerte tuvo el agente, en fin, de que el exministro no le diese una patada no en la puerta, pero sí al menos en el culo.
El incidente resulta cómico, pero también triste. Este pobre exministro añorante de sus prerrogativas de poderoso fue electricista de profesión antes que ministro, lo que no quita que de vez en cuando, por lo que se ve, se le fundan los cables. Y es que parece claro que el poder provoca psicopatologías peculiares, psicopatologías de diagnóstico fácil, aunque imagino que de tratamiento complicado: ¿cómo va a aparcar un exministro en una feria en el mismo sitio que aparca la gente? Hay quienes pretenden disfrutar vitaliciamente de la condición temporal de poderoso, y alguien tendría que explicarles que eso no es así, que eso está fuera de la realidad, que eso es cosa más bien de tontilocos delirantes. De todas formas, parece ser que al final el exministro llegó a la feria.