Cayetana se sincera
«Estábamos predestinados», dice la duquesa en su autobiografía, en la que reconoce que repartió la herencia para disipar «dudas»
Actualizado:Se encomienda Cayetana de Alba al Cristo de los Gitanos con el mismo fervor con el que parece que hace todo en la vida. Fue él y no Cupido, dice, quien la llevó el miércoles al altar con Alfonso Díez, ese hombre siempre bajo sospecha que la duquesa ha convertido en su marido por amor: «Al principio de mi noviazgo se insinuó que yo estaba trastornada. Puede que lo estuviera, por amor. ¿Cómo explicar, si no, que espero su llegada a Sevilla cada semana como el que necesita el aire que respira?». Calla Cayetana más de una boca con esta frase corta que lo dice todo y que engorda las páginas de su autobiografía autorizada. La editorial Espasa saca a la venta el martes 'Yo, Cayetana'. 500 páginas en las que confiesa sin reparos su preferencia por sus hijos Cayetano y Eugenia, su devoción por el Rey -«quien esté contra él, también es mi enemigo. Yo me mato por don Juan Carlos»-, recuerda la dolorosa muerte de su madre -«entorno los ojos y la veo tumbada en la cama-, su encuentro con Jackie Kennedy -«me caía mejor que la princesa Gracia, que era más estirada»-, sus dos primeros matrimonios y, claro está, el tercero: «Sabía que Alfonso y yo terminaríamos en el altar. Así se lo he pedido al Cristo de los Gitanos. Estábamos predestinados».
Y se salió otra vez con la suya, aunque eso le costara someter a auditoría la relación: «Es obvio que la decisión de realizar la donación de los bienes la he tomado para que mis hijos no tengan más dudas sobre Alfonso», reconoce en el libro la duquesa. Porque será duque consorte, pero a efectos monetarios, eso no es nada. Dicen quienes le conocen que no ambiciona Alfonso más que hacer feliz a su esposa. «Él estaba emocionado el día de la boda. Se ha propuesto hacer feliz a esta mujer. Cayetana le inspira», aseguraba ayer la exnuera de la duquesa, María Eugenia Fernández de Castro, exmujer de Jacobo Siruela, el único que no fue a la boda porque no quiso -Eugenia no pudo por culpa de la varicela-. Ni él ni su mujer, Inka Martí, a la que Cayetana llamó públicamente «mala y mentirosa». Un desencuentro, dice la ex de Jacobo, que no debiera ir a más: «Inka Martí tiene la suficiente categoría personal como para quitarle hierro a este asunto y que el tema entre madre e hijo se solucione porque se quieren mucho. Cayetana creyó que Inka había hecho unas declaraciones que no hizo», explicó.
Jacobo se arreglará con su madre, pero jamás tendrá trato preferencial. «Cayetano y Eugenia son mi debilidad. Se parecen mucho a mí. Mis hijos me han salido muy buenas personas pero complicados. Me han reprochado que no les dedicara mucho tiempo y me han hecho sentir fatal, pero los quiero con toda mi alma».
No contaba Cayetana que en una jornada tan feliz no estaría a su lado su hija, que sigue aislada en una habitación del hospital madrileño donde se recupera de la varicela -hay riesgo de contagio y aunque la duquesa ha pasado la enfermedad, Alfonso no-. «Mi hija siempre ha sido eso, mi única hija. Es lista, reservona, discreta. Solo dice lo que quiere, y yo la adoro. Se parece muchísimo a mí, aunque no le guste reconocerlo».
«Perdonar» a Fran
Y esa adoración que siente por la pequeña de sus seis hijos la ha extendido a su exyerno, el torero Francisco Rivera, que sí asistió a la boda y hasta se marcó un zapateado con su exsuegra. «Mi hija se iba a casar con un torero. Lo que a mí no me habían permitido hacer lo iba a hacer mi hija... Eugenia estaba guapísima. Parecía una princesa medieval de cuento», evoca en sus memorias. Así que cuando las revistas sacaron a las portadas la crisis de la pareja ella le dijo a Eugenia que «perdonase» a Fran. «Pero no pude ir más allá».
No le gustan a Cayetana los divorcios porque ella es muy católica y el matrimonio «es sagrado». «Las separaciones han hecho muy desgraciados a muchos, porque yo tengo un hijo muy desgraciado», dice sin dar nombres en el libro que tiene los visos de convertirse en el 'best seller' de este otoño.
Ella se ha casado tres veces, pero jamás ha firmado los papeles de divorcio. Ni olvidado a los que llegaron antes que Alfonso. «A veces, miraba el retrato de Luis (Luis Martínez de Irujo) que está encima del cabecero de la cama. Su fotografía sigue allí, en el mismo sitio. No la retiré durante mi matrimonio con Jesús (Jesús Aguirre)». La pena por la pérdida es una cosa y el reencontrarse con el amor, otra. «Mantener la cabeza alta y la posición firme será más fácil porque a mi lado estará otra vez un hombre bueno y cariñoso», un exfuncionario al que lleva 24 años y con el que viajará a Tailandia de luna de miel. Ella tiene 85 años y Alfonso 61. Pero Cayetana se mira y no ve distancia. «Nunca me han gustado las antiguallas. Ahora, me visto igual que si tuviera 40 años, que es lo que me va. La edad nunca me ha pesado, me siento como una mujer con el espíritu de los 40». Y con cuerda para rato: «Pienso seguir viviendo, aunque solo sea por esa cara de susto que ponen cuando les apunto con el dedo y digo: ¡Os pienso enterrar a todos! Me divierte esa expresión».