Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
Sociedad

¿Tiene sustituto Leonardo da Vinci?

Tim Cook, un ejecutivo bien visto en Wall Street que trabajó trece años mano a mano con Jobs, garantiza el futuro de la compañía

Actualizado:

Este es el tipo». Eso es lo que Steve Jobs le dijo en 1998 a Rick Devine después de haber conocido a Tim Cook, que a la postre se ha convertido en su sucesor al frente de Apple. Devine era un cazatalentos al que Jobs había recurrido unos meses antes en busca de un ejecutivo capaz de poner orden en su empresa. Apple era por aquel entonces una factoría preñada de talento y nuevas ideas que arrastraba serios problemas logísticos. La organización empresarial, en definitiva, no estaba a la altura del genio creador de Jobs y sus ingenieros. Desde el primer momento, Cook, un experto en logística con dos décadas de experiencia en empresas de ordenadores, se convirtió en la persona encargada de dar viabilidad a las ideas que salían del fecundo laboratorio creativo de Apple. Era el que negociaba con proveedores y fabricantes, supervisaba los estudios de mercado e incluso daba el visto bueno a la apertura de nuevas tiendas.

A Cook, nacido hace 50 años en el estado sureño de Alabama, se le conoce por su capacidad de organización y su buena mano con los números. La primera cualidad le sirvió para adecuar la locomotora Apple, algo renqueante cuando se embarcó en ella, a la velocidad vertiginosa impuesta por las demandas del mercado. En cuanto a las cifras, basta con decir que la firma de la manzana se colocó el pasado mes de agosto a la cabeza de las compañías más capitalizadas del planeta. Desde 1997 las acciones de Apple se han revalorizado un 9.000% y la empresa tiene un valor aproximado de 350.000 millones de dólares, muy por encima de rivales como Google (162.740 millones) o Microsoft (216.913 millones). Con esas credenciales no es extraño que este ingeniero-economista estuviese bien visto en las altas esferas de Wall Street, que apostaron por él desde que trascendió que Jobs no iba a poder seguir.

Cook era la mano derecha del fundador de Apple, que le había señalado con el dedo como su sucesor. Primero le relevó temporalmente en sus dos últimas bajas médicas y en agosto, cuando un Jobs acuciado por la enfermedad desapareció de los focos, fue designado formalmente nuevo consejero delegado. Su primera medida fue enviar un correo electrónico a los más de 50.000 trabajadores de la empresa: «Quiero asegurarte que Apple no va a cambiar», les escribió nada más asumir el mando. Ayer Cook volvió a hacerles llegar otro mensaje en el que rendía homenaje a Jobs e insistía en que la compañía iba a seguir igual: «Steve deja tras de sí una empresa que solo él podría haber construido, y su espíritu siempre será la base de Apple».

La sucesión, por tanto, parece estar planificada hasta en sus más pequeños detalles. Pocos ponen en duda que Cook, un infatigable trabajador que ha acreditado su valía como gestor y que conoce a fondo hasta el último rincón de la casa, sea el hombre adecuado para el puesto. El problema es que la personalidad de Jobs trascendía el terreno empresarial. «¿Tiene sustituto Leonardo da Vinci?», se preguntaban ayer algunos medios, que llegaban a comparar al visionario californiano con el genio del renacimiento. La desaparición de un líder de empresa carismático siempre plantea problemas. Tras la muerte en 1966 de su fundador, la compañía Walt Disney empezó a dar bandazos y tardó catorce años en recuperar el rumbo. No parece que a Apple vaya a seguir su ejemplo, pero el talento no se sustituye solo con trabajo.