El Nobel se queda en casa
La Academia sueca concede el máximo galardón de las letras al poeta Tomas Tranströmer
Actualizado:El poeta sueco Tomas Tranströmer pensaba que no llegaría a vivir lo suficiente para recibir un jueves de octubre la llamada del secretario permanente de la Academia sueca. Ayer, cuando en su casa de Estocolmo sonó el teléfono minutos antes de la una, estaba escuchando música. Fue su esposa quien dio las gracias al secretario Peter Englund por la mejor noticia que cabía esperar; seguramente la mejor que le quedaba por vivir: el Nobel de Literatura de este año lleva su nombre. Transtömer no pudo hacerlo porque hace más de veinte años sufrió un ictus que paralizó la parte derecha de su cuerpo y lo dejó sin habla. Sin habla pero no sin palabras: con la ayuda de su esposa Monika siguió escribiendo hasta 2004. Desde entonces vive casi enteramente volcado en su segunda pasión, la música, escuchándola y tocando el piano con la mano izquierda. La música, la naturaleza y la esencia humana componen la materia prima de este poeta muy popular, querido y leído en su país.
La Academia sueca ha distinguido a Tranströmer después de que figurara durante tres décadas entre los más serios aspirantes al galardón. En la argumentación del mismo, el jurado destaca «la obra austera y concentrada» del poeta, que «a través de imágenes condensadas y diáfanas nos ha dado un acceso fresco y directo a la realidad». Tranströmer era el favorito de los apostantes en las últimas horas pese a que la Academia ha sido siempre reacia a premiar a escritores retirados y él lo está virtualmente desde 2004.
Poema premonitorio
Como sucede en todos los casos con quienes se dedican a la poesía, Tranströmer se ha ganado la vida con tareas alejadas de la lírica. Nacido en Estocolmo en 1931, hijo de un periodista y una maestra, comenzó a escribir poemas siendo apenas un adolescente y publicó su primer libro con poco más de veinte años: '17 dikter' ('17 poemas'), un debut deslumbrante. Mientras tanto, estudiaba Psicología y más tarde trabajó en la Universidad y después en un centro de reclusión para jóvenes.
En 1974, en su poema 'Bálticos', escribió unos versos que serían premonitorios: «Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho/ con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras/ inadecuadas». Dieciséis años más tarde, el ictus pudo haber terminado con su vida, pero ni siquiera pudo con la poesía. No podía hablar más que unos pocos monosílabos, pero torpemente, con la mano izquierda, un día empezó a escribir de nuevo: «Lo único que quiero decir/ reluce fuera de alcance/ como la plata/ en la casa de empeños».
Para entonces, era ya un autor celebrado en su país, donde se le considera el más influyente después de Strindberg. No obstante, algunos compañeros de generación le criticaban por lo que entendían como escaso compromiso social. En efecto, su poesía apela a la naturaleza, la mística, la esencia humana, el amor, la música... y se ha ido concentrando hasta llegar a lo fundamental. Por eso en algunos de sus libros se aproxima al 'haiku' japonés, con poemas en apenas tres versos y una decena de palabras.
La enfermedad estilizó su poesía hasta el extremo. Y eso le proporcionó aún más lectores. De su libro 'Góndola fúnebre' (un homenaje explícito a Liszt, autor de una colección de obras para piano con el mismo título) llegó a vender en Suecia más de 30.000 ejemplares, una suma insólita para un texto poético. Su obra ha sido también muy traducida -lo está a más de 50 idiomas, entre ellos el tamil, el tártaro y el esperanto- pese a la enorme dificultad de volcar en otra lengua la musicalidad de sus versos. En España se han publicado tres de sus libros, dos de ellos antologías, pero ninguno ha pasado de la primera edición y con seguridad entre todos se habrán vendido menos de 2.000 ejemplares.
Versos para el corazón
Algunas fuentes del mundillo literario aseguraban ayer que la Academia sueca ha querido premiar de esta manera a un clásico vivo de su país, un poeta muy respetado y de salud delicada. Reivindica así la literatura sueca, que llevaba 37 años sin conseguir el Nobel. En 1974 concedió el galardón a Heyvind Johnson y Harry Martinson y suscitó con ello una gran polémica porque ambos eran miembros de la propia institución. Como si quisiera hacer borrón y cuenta nueva, no volvió a repartir el premio -lo había hecho tres veces con anterioridad- y se olvidó de los autores suecos durante casi cuatro décadas.
Ha sido Tranströmer, un resistente, quien ha recuperado el Nobel para una literatura que se ha hecho famosa en todo el mundo pero no precisamente por la poesía, sino por un género mucho más comercial: la novela negra. Sus versos se alejan radicalmente de ese mundo. Apuntan hacia el corazón de los hombres, hacia la vida: «Durante los meses tristes, centelleó mi vida solo cuando hice el amor contigo (...) Durante los meses tristes, estaba el alma desesperada y sin vida,/ pero el cuerpo caminó directo hacia ti./ El cielo de la noche rugió./ Sigilosamente ordeñábamos cosmos y sobrevivimos».