Editorial

Urgencia bancaria

La nueva recapitalización financiera deberá facilitar el crédito a la economía real

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La reunión que ayer celebró el Consejo de Gobierno del BCE fue la última presidida por Jean Claude Trichet, quien tras ocho años en el cargo consiguió que la institución se mantuviera fiel a su criterio de contener la inflación evitando una subida de tipos por encima del 1,5% actual, al tiempo que decidía dotar de liquidez al sistema financiero mediante la compra a los bancos de bonos garantizados por valor de 40.000 millones de euros y la ampliación a 12 y 13 meses del préstamo de dinero ofrecido a las entidades bancarias. Es probable que, frente a las recomendaciones del FMI entre otros, la ortodoxia de Trichet se impusiera como una opción transitoria a la espera de su relevo por Mario Draghi al finalizar el mes de octubre. Pero mientras tanto será imprescindible que las dos medidas adoptadas para recapitalizar el sector bancario -la compra de deuda y las subastas a largo plazo- comiencen a surtir efecto. En lo inmediato rebajando la volatilidad bursátil, y en un plazo breve facilitando el crédito a cuantas iniciativas empresariales o particulares se muestren razonablemente solventes en un momento de tanta inseguridad. De lo contrario se incrementarán el escepticismo y la contestación social. La iniciativa del BCE coincide con el apremio dirigido la víspera por la canciller Merkel a los distintos gobiernos para evitar un colapso en el sistema financiero y con las llamadas de Durao Barroso y otros responsables de la Comisión para anticiparse a la eventualidad de una nueva crisis dentro de la crisis actual, una vez sorteado el episodio del banco franco-belga Dexia. Pero la advertencia dirigida por el propio Trichet a las entidades financieras para que «estabilicen sus balances» y «retengan beneficios» encierra también una carga disuasoria respecto a ese mínimo riesgo que los bancos deberían asumir a la hora de recapitalizarse para, a su vez, brindar financiación a la economía real. Aunque lo urgente, garantizar la solvencia y la liquidez del sistema financiero, deba prevalecer, la despedida de Trichet obliga también a redefinir el papel que deberá desempeñar el BCE, una vez demostrado que su concurso no puede limitarse a mantener la disciplina monetaria frente a los riesgos de inflación.