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Tribuna

Economistas desnudos

La reputación de los economistas ha sufrido durante la crisis, pero tal vez prestamos demasiada atención a la supuesta sabiduría de los expertos de todo tipo

DAVID MATHIESON
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Cuando la Reina Isabel II visitó la London School of Economics hace un par de años se les hizo a los eminentes académicos de la institucion una simple pregunta que les dejó perplejos: «¿Por qué ninguno de ustedes preveía esta crisis económica?». Según la leyenda, fue un niño el que observó que el rey estaba en cueros. En esta ocasión se trataba de una reina la que observaba cómo los sabios economistas de una de las más prestigiosas universidades en el mundo habían estado, efectivamente, andando desnudos. Ninguno de los catedráticos presentes había previsto la peor crisis económica de los últimos ochenta años.

El hecho de que la mayoría de los bien pagados economistas fuera incapaz de dar cualquier aviso de la inminente crisis nos dice mucho sobre su profesión. Asimismo, la falta de acuerdo entre los grupos de economistas sobre lo que hay que hacer para solucionar la grave situación actual nos dice aún más. Cuando un grupo de expertos sugiere unas medidas otros les contradicen e insisten en que la situación requiere un planteamiento completamente distinto. En pocas palabras, sus opiniones se anulan entre sí y uno se pregunta: ¿cuál es el valor de esta disciplina que tanto presume y ofrece tan poco?

El problema ha empeorado en las últimas décadas con el nuevo auge de economistas con tendencias ultraliberales que insisten en que es posible el uso de ciertas leyes, como las de la oferta y la demanda o la hipótesis del mercado eficiente, para predecir el comportamiento humano. Ellos creen en el mito del 'homo economicus', el hombre completemente racional, que responde de manera predecible a esas leyes de hierro.

Este enfoque de la economía ha sido siempre bastante cuestionable y no nos faltan ejemplos para demostrar sus límites. El colapso de Long Term Capital Management (LTCM), es el caso más espectacular. LTCM era un 'hedge fund' (fondo de cobertura o de alto riesgo) especulativo creado en 1994 por unos financieros, varios profesores universitarios y dos ganadores del Premio Nobel en Economía. El modelo de negocio de LTCM, basado en complejos algoritmos matemáticos, debería haber proporcionado una guía infalible para el comportamiento del mercado. Al principio hubo buenos resultados pero después de dos años el modelo falló. En el verano de 1996 LTCM perdió cerca de 5.000 millones de dólares en menos de cuatro meses, lo que suponía la mayor pérdida de una compañía en la historia de Wall Street. Otras entidades financieras en Manhattan se negaron a salvar a los expertos de LCTM de las consecuencias de sus propias predicciones y la compañía tuvo que ser rescatada por la Administración Clinton con fondos del contribuyente estadounidense. A raíz de la caída de LTCM, un informe oficial comentó secamente que los modelos matemáticos «puede proporcionar una excesiva sensación de seguridad, por lo tanto la confianza en estos modelos debe ser limitado».

Algunos economistas comprenden bien los límites de la predicción y uno de los más grandes, John Maynard Keynes, siempre insistió en que «prefiero estar vagamente correcto en vez de estar precisamente equivocado». Otro gigante de la materia, JK Galbraith, insistió en que las previsiones económicas solo existen para mejorar la imagen de los adivinos. Pero estos eran, precisamente, el tipo de economistas rechazado por los neoliberales antes de la crisis iniciada en 2007.

Es cierto que la reputación de los economistas ha sufrido durante la crisis, pero tal vez prestamos demasiada atención a la supuesta sabiduría de los expertos de todo tipo. Del fútbol a las relaciones internacionales, se busca el dictamen definitivo y ponemos los expertos en un pedestal. Sin embargo, la evidencia sugiere que frecuentemente la opinión del especialista no es más fiable que la de cualquier otro.

Hace unos años, Philip Tetlock, profesor de Psicología en la Universidad de Berkeley trató de responder a la pregunta: ¿qué validez tienen las predicciones de los expertos? El estudio de Tetlock examinó el trabajo de casi 300 expertos en los campos de la economía y la política. Durante un período de veinte años, hizo preguntas muy detalladas acerca de sus métodos y analizó más de 80.000 predicciones suyas. Tetlock concluyó que, en la mayoría de los casos, las predicciones de los expertos no eran más fiables que las de otros comentaristas que no tenían conocimientos técnicos especiales. Según Tetlock, algunos analistas se enredan en los detalles y pierden la perspectiva, mientras que otros tratan de suscitar una polémica (¿a quién le interesa las opiniones de un experto soso?) en lugar de ofrecer una visión equilibrada y solvente.

Más de cien investigaciones analizadas por otros estudios han obtenido resultados similares a los de Tetlock y se ha llegado a la conclusión de que las opiniónes de los expertos son guías muy poco fiables. Así que, tal vez al visitar la London School of Economics en busca de respuestas a la crisis, Su Majestad fue al lugar equivocado. Parece que en el mundo de las predicciones económicas menos es más.