SEÑOR JUEZ
Actualizado:Señor Juez, que me lee a diario o por maravillosa coincidencia, y que no es otro que usted mismo, o misma. Aunque no disponga de la titulación, ni siquiera de los conocimientos necesarios para el cruel oficio de juzgar, yo le autorizo y le ruego que atienda mi querella. Creo que hay delito, por lo menos, contra el buen gusto. Los hechos, probados y retransmitidos por televisión, con una frecuencia que empieza a ser cansina y amenaza con convertirse en tendencia, me animan a la pataleta para mi propio desahogo, y espero que el de su señoría. ¿No está harto, señor juez, de tanto jurado folclórico en los programas de televisión? Nos quejamos de que la sociedad está demasiado judicializada, y no contentos, ahora metemos un jurado en los programas de entretenimiento. Y lo situamos entre el escenario y el público, ese gran olvidado y maltratado sector que solo se utiliza para rellenar los fondos, aplaudir a la orden del regidor, y reír las gracias de los vomitadores de justicia, porque es así, la vomitan sobre los pobres artistas que buscan su oportunidad. Antiguamente, cuando quedaban reservas de sentido común, el público era soberano, incluso se le denominaba: el respetable. Pues, nunca como ahora, se le falta más al respeto al poblador de las butacas. ¿Y quienes son esos 'garzones' de diseño para cercenar las ilusiones de los que todavía creen en el espectáculo? Lo curioso es que muchos de ellos son artistas, o eran, y deberían saber que entre un artista y su público no debe haber más que el espacio mágico que envuelve los platós y los teatros, esa dimensión donde se intercambian las emociones y se produce el encuentro mágico del que seduce y el que se deja seducir. También puede ser que el protagonista de este cuento sea el propio jurado, con sus estridencias. Si es así, me parece peor; demasiado sacrificio y talento de muchas personas para engordar a un monstruo tan poco atractivo. Exijo a mi dedo gordo que zapee cuando aparezca en pantalla un programa con jueces de plástico y gafas de sol. Moriré solo, pero dejaré un fantasma sin lastre. Pasen buen día.