La sobremesa, amenazada
Actualizado: GuardarNo hay otro remedio, en el supuesto de que haya alguno. Para conseguir que nuestra sanidad pública sea sostenible tenemos que hacer fuerzas todos, especialmente los más débiles. Los piratas que saquearon la CAM no tienen nada que temer después de arruinar la caja, pero los ciudadanos normales debemos echarnos a temblar. Hay que subir los impuestos y parece que la fórmula ideal es elevar el tributo del alcohol y del tabaco. Llamamos vicios a nuestras costumbres más agradables. No los que perjudican nuestra salud, sino los que perjudican a la Hacienda Pública. Además, hay gente que se ha propuesto siempre llegar, a través de un largo camino de imperfección, a ser un virtuoso de sus vicios. Uno de los pocos que están al alcance de todos venía siendo tomarse una copita de «inteligente vino», o de vino más o menos torpe, y fumarse un cigarrito, o varios. Gravando esas cosas se podrán ingresar 1.000 millones para sostener los pilares del Estado que se derrumba. Algo es algo, pero está muy mal que a las personas que tienen dificultad para hacer la digestión les amenacen con suprimirles la sobremesa.
Aprendí de don Gregorio Marañón, entre otras cosas, que lo más placentero de nuestras fugitivas existencias es reunirse con amigos de verdad y establecer una buena conversación después de comer. No podía él prolongar la benéfica costumbre, porque trabajaba a todas horas, pero procuraba no privarse de ese gustoso y enriquecedor asueto. Si sube el precio del café, del tabaco y del alcohol le van a fastidiar la sobremesa incluso a los que no comen todos los días.
Cuando no se sabe de dónde sacar el dinero siempre queda un postrer recurso: quitárselo a los que no lo tienen. La medida no afectará a los abstemios empedernidos, ni a los que aspiran a dejar un cadáver con los pulmones más limpios del crematorio, pero no tiene gracia, ni justicia. Con esto de la crisis nos van a quitar todo, menos la tos.