ETA renuncia a EKIN
Es un paso lógico para insertar a la antigua Batasuna en la legalidad democrática
Actualizado:El anuncio de que la organización ilegalizada EKIN, constituida en 1999 como sucesora de KAS y considerada la estructura política de ETA que había de controlar la ortodoxia de la izquierda abertzale, ha decidido disolverse significa un nuevo paso en el desenlace del debate que mantiene desde la primavera el mundo radical estructurado en torno a la organización terrorista. Se trata de un paso lógico en el desarrollo del acuerdo de Gernika, encaminado a insertar a la antigua Batasuna en la legalidad democrática con abandono absoluto de la violencia y acatamiento pleno de la lógica política de la propia democracia, que es ante todo un procedimiento dialéctico para la resolución pacífica de los conflictos. EKIN fue golpeada judicialmente por primera vez en septiembre de 2000 por Garzón, quien acusó a una veintena de activistas de ser comisarios políticos de ETA y de auspiciar la 'kale borroka'; en 2007 fue ilegalizada por la Audiencia Nacional con el argumento de que era «parte de las entrañas de ETA». Ahora, la inmolación parece indicar que en el seno de ETA se habría impuesto la facción partidaria de abandonar el control sobre la izquierda abertzale, a pesar de que habría ciertas discrepancias, ya conocidas por otra parte, entre la banda armada y sus epígonos políticos. Esta interpretación sugiere, en fin, que la disolución de EKIN sería un paso previo a la autodisolución de ETA, que ayer hizo público un comunicado. El ministro Camacho dijo en un acto con policías que «estamos recorriendo la última fase de una banda terrorista que ha entrado en un proceso de disolución imparable». Efectivamente, todo indica que se aproxima el momento gozoso en que podamos celebrar la desaparición de ETA. Sin embargo, para llegar a este final, que es el único que aceptamos los demócratas, tampoco sería necesario recorrer los sucesivos capítulos del desmantelamiento a plazos que el mundo etarra está realizando. Y en todo caso, ni las instituciones ni los actores políticos deberían mover un ápice su estrategia de firmeza hasta que ETA deje de ocupar un lugar, todavía amenazador, en la retaguardia de la izquierda radical.